miércoles, 23 de septiembre de 2015

Ser un auto-soberano

 
Antiguamente, en la India, se consideraba que para gobernar el reino, los futuros aspirantes al trono, tenían que saber primero gobernarse a sí mismos, tenían que tener auto-control y auto-dominio. Ésta era una condición ineludible para poder acceder al trono.

El conocimiento de la Meditación Raja Yoga nos enseña a hacernos conscientes del ser espiritual, de nuestra verdadera esencia. 

Esto a su vez nos lleva a la comprensión y la experiencia de una profunda verdad: yo, el alma, tengo la capacidad en potencia de gobernar mi mundo interior. Sin embargo, esta capacidad sólo se puede desarrollar plenamente cuando practicamos la conciencia del alma. Esto significa hacernos conscientes de la energía del alma, la energía del ser espiritual, un punto de luz brillando en nuestro interior, y dejar de identificarnos con la forma corporal perecedera y temporal, el cuerpo, que es el traje a través del cual se expresa el alma. El alma es eterna e imperecedera.

En el estado de conciencia del alma podemos, con el trabajo interior necesario, recuperar nuestra auto-soberanía. Ser un auto-soberano significa que nuestro cuerpo funciona bajo las directrices del ser espiritual. No sólo el cuerpo sino todas nuestras funciones sutiles, como la mente y el intelecto. Esto significa que podemos estabilizar el poder del pensamiento, es decir, la mente, donde queramos y cuando queramos. Por ejemplo, si en nuestra mente aparecen pensamientos inútiles o perjudiciales, tenemos la capacidad de aplicar un freno, un punto final y cambiar de dirección a voluntad. Es decir, tenemos soberanía incluso sobre nuestra mente y pensamientos. En esta conciencia tampoco estamos sumisos a la erupción de las emociones y los hábitos que nos controlan, sino que tenemos el poder de controlar nuestros hábitos.
Así que auto-soberanía significa que el ser, es decir, el alma, tiene un derecho sobre la mente, el intelecto y los hábitos y sobre todos los órganos físicos del cuerpo. Si algún órgano nos engaña, por ejemplo, los ojos miran o se enfocan en algo que no hemos decidido mirar, o bien nuestros oídos escuchan algo que no hemos decidido escuchar, esto indicaría una falta de auto-soberanía. La mente, el intelecto y los órganos físicos y de los sentidos, están todos ellos a disposición del auto-soberano y sólo funcionan de acuerdo a las directrices del rey, es decir, el alma.

Para acercarnos a este elevado estado de conciencia, necesitamos dedicar tiempo en soledad para conocernos en profundidad y desarrollar nuestro poder interior. Necesitamos vincular nuestra mente e intelecto con la fuente de energía más pura y poderosa del Universo: el Ser Supremo o el Alma Suprema, que es el océano de todas las cualidades espirituales. Absorbiendo el amor puro e incondicional del Ser Supremo y llenándonos con su poder espiritual inagotable, experimentaremos cómo el alma se hace poderosa y desarrolla los poderes de controlar y gobernar el reino del ser.
Esta auto-soberanía que vamos reconquistando gradualmente nos trae consigo otros invalorables regalos, como el estado de satisfacción y plenitud interior y la experiencia de liberarnos de los miedos y las preocupaciones. Tales son los logros y los beneficios del alma que desarrolla la auto-soberanía.

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Libertad y responsabilidad

La libertad es un ingrediente esencial para experimentar felicidad. Cuando hay amor y respeto verdaderos hacia los demás, de forma automática la persona utiliza su libertad con un sentido de responsabilidad; sabe no infringir en los derechos de otro ya que entiende que el otro también tiene sus derechos, tiene un papel que interpretar, tiene un valor y por encima de todo, también tiene su derecho a la libertad.

Una persona irresponsable nunca es libre; irresponsable significa el que usa de forma incorrecta su propia libertad o restringe la libertad de los demás debido al egoísmo o al ego. Tal persona nunca se va a experimentar libre ya que tiene que experimentar las consecuencias y el efecto de tal actitud y tales acciones. Las consecuencias pueden venir en la forma de soledad, vacío interior, falta de amor, depresión, etc.

La libertad y la responsabilidad son las dos caras de la misma moneda y son absolutamente inseparables. Es una regla fundamental de todas las relaciones e interacciones humanas. En otras palabras, es la conocida ley del karma, que enunciada de una forma sencilla significa que por cada acción que realizamos existe una reacción igual y de sentido opuesto. Lo que damos a los demás, sea positivo o negativo, es lo que nos va a retornar. Somos libres de elegir, pero cada elección personal lleva consigo una responsabilidad personal y unas consecuencias.

El mundo es un escenario en el que todos somos actores. Cada actor tiene un papel único y es responsable de sus propias acciones. La responsabilidad consiste en hacer las cosas de la manera correcta sin que importe si la tarea es grande o pequeña. Cada uno de nosotros tiene un papel especial que representar para hacer que el mundo sea un lugar mejor.

La libertad es un estado mental. La clave de la libertad es comprender nuestro ser. Cuanto más comprendemos nuestro ser, más fácil es liberarnos de las cadenas de las cosas inútiles y negativas. La libertad es no dejarse influir, ni afectar por nada, es estar en paz con nuestro ser. La verdadera libertad es experimentar la auténtica esencia del propio ser.

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INTEGRIDAD

Integridad es la consistencia interna que viene de una honestidad rigurosa y de fuertes principios éticos. Supone reconocernos como un ser indiviso y completo. La integridad surge de la comprensión de que tenemos la capacidad de resistir debilidades tales como entrar bajo la influencia de los demás, dudar de nosotros mismos o caer ante el influjo de tentaciones o amenazas. Sabemos y experimentamos que nuestro espíritu no se puede romper. Nuestra base es el coraje y el auto-respeto. Vivimos nuestra vida siguiendo principios éticos claros y diáfanos, sobre los que hemos reflexionado en profundidad y que expresamos a través de nuestras palabras y comportamiento. Somos lo mismo interna que externamente. Esto nos hace honestos y dignos de confianza.

La integridad trae contentamiento. Contentamiento significa vivir una vida en la que nos sentimos satisfechos, plenos y felices con aquello que hemos conseguido y disponemos. Nos sentimos en armonía con nuestra vida y logros. No somos avariciosos ni nos preocupamos por acumular sino que somos generosos.

Se dice: “Vive cada día como si fuera el último.” Se puede extender el significado de esta máxima a cada momento del día a través de la práctica de la honestidad y de un mayor reconocimiento de la importancia del tiempo.

Desde la integridad cambiamos nuestra visión del mundo y nuestra visión del ser en el momento en que nos damos cuenta de que somos, en esencia, un alma hermosa y llena de amor, y que todo depende de nuestra manera de pensar. De esta manera transformamos la visión de todo lo que nos rodea y la interpretación de los eventos y circunstancias. También cambian nuestros sentimientos en relación a eventos del pasado.

Emergemos la actitud y consciencia de integridad cuando repetidamente reconocemos la verdad de que somos un alma pura, pacífica y llena de cualidades. Nos valoramos desde la percepción que desarrollamos de ser seres espirituales, nos valoramos desde la experiencia de nuestras cualidades internas y dejamos de buscar fuentes externas de validación. Cuanto más nos enfocamos en nuestra relación con el Ser Supremo divino, más atraemos poder puro espiritual hacia nuestra alma. Esto nos capacita a manejar nuestros pensamientos, sentimientos y acciones e interpretar nuestras percepciones sensoriales con sabiduría.

Necesitamos poder y fortaleza para tener integridad. El poder transformador positivo ha de provenir de una fuente externa a nosotros. No podemos ir hacia nuestro interior y encontrar suficiente poder para la transformación porque nuestro espíritu se ha vaciado. No podemos extraer poder de otro ser humano porque también están vacíos y lo único que conseguimos con esa actitud son relaciones desequilibradas. La fuente de bondad y de poder para mantener la integridad es el Ser Supremo, porque está más allá de este universo material y no está sujeto a ninguna corrupción, deterioro o decadencia. El Ser Supremo es inmutable, siempre lleno y su poder no se reduce nunca.

Meditación significa buscar y disfrutar la compañía del Ser Supremo a través de la mente, atraer poder espiritual hacia nosotros. La influencia divina que recibimos nos da fortaleza para emerger nuestra integridad. El recuerdo de Dios produce claridad en la conciencia y nos capacita para convertirnos en amos y soberanos de nuestro mundo interno, devolviéndonos nuestro auto-respeto original.

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