viernes, 24 de junio de 2016

Meditación y cambios en el cerebro

               Existen cambios reales a nivel cerebral cuando una persona medita - 
                                                       Entrevista a Sara Lazar

Entrevista por Paula Lugoneswww.clarin.com
Diálogos a fondo: Sara Lazar. La experta explica los efectos de la meditación sobre la plasticidad cerebral.
Sara Lazar ya era médica, pero su hobby transcurría entre zapatillas y carreras. En 1994, mientras cursaba un posgrado para perfeccionarse en neurociencias y entrenaba para correr la maratón de Boston, se lesionó una rodilla y sus rehabilitadores le recomendaron que tomara clases de yoga para “estirar” los músculos. Un poco escéptica al comienzo sobre el mensaje de “abrir la mente y el corazón” que impartía su maestra, luego se dio cuenta de que en poco tiempo las sesiones de yoga y meditación habían tenido un impacto muy profundo en ella. Y así fue como empezó a investigar los efectos de la meditación en el cerebro. Hoy Lazar es neurocientífica en el Hospital General de Massachusetts y la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y fue una de las primeras expertas en ir más allá de los efectos habitualmente visibles de la meditación. Descubrió que meditar no sólo genera una sensación de bienestar: modifica el cerebro.

- ¿Cómo comenzó la investigación y qué fue lo que encontró?

Cuando percibí personalmente los beneficios de la meditación, decidí investigar el tema desde las neurociencias. Entonces ya se sabía que si se comparan grupos de personas se ve que tienen estructuras cerebrales diferentes. Por ejemplo, se habían investigado grupos de músicos y se habían comparado con personas que no eran músicos y se demostró que había un engrosamiento de las áreas musicales del cerebro de los músicos. También, las personas que hablan varios idiomas tienen un mayor engrosamiento cerebral que las personas que sólo hablan una lengua. Entonces dijimos: ¿qué hay sobre la meditación? Así decidimos hacer un estudio con personas que practicaban meditación hacía mucho tiempo y los comparamos con un grupo de control. Descubrimos que los meditadores experimentados tenían mayor materia gris y desarrollo de zonas cerebrales que las personas que formaron parte del grupo de control no habían desarrollado.

- ¿Fue el primer estudio de ese tipo?

Fue el primero que estudió la estructura cerebral en relación a la meditación. Luego comenzamos un segundo estudio, ya que la pregunta era si su estructura cerebral respondía exclusivamente a la meditación o no, porque podría depender de otros factores; por ejemplo, la alimentación. En un segundo estudio elegimos personas que nunca habían meditado antes, los evaluamos con una resonancia magnética y luego se sometieron a un programa de 8 semanas de reducción de stress basado en la meditación. Volvimos a analizarlos y el estudio mostró cambios.

- ¿Cuáles?

Fueron cinco las regiones cerebrales que cambiaron. Creció la llamada corteza cingular posterior, un área cerebral clave en el acto de prestar atención, que está relacionada con la reflexión y la autoestima. Otra área engrosada fue la del hipocampo, que es fundamental para la memoria y el aprendizaje. Otra fue la unión témporo-parietal, que está asociada con la empatía y la compasión. También la protuberancia anular, donde se producen neurotransmisores reguladores. También vimos cambios en la amígdala, que es la parte “emocional” del cerebro y aquí encontramos que hubo una disminución, ya que el tamaño de la amígdala se correlaciona con el nivel de estrés: a menor nivel de estrés, más chica se vuelve la amígdala.

- ¿Hay una especie de neuroplasticidad en el cerebro?

Exactamente.

- ¿Entonces meditar no produce sólo un efecto psicológico, de reducción de estrés?

Así es. No es que sólo que te relajás y te volvés más feliz sino que existen cambios reales a nivel cerebral cuando una persona medita. El cerebro está en un rol muy activo durante la meditación e incorpora nuevos conceptos como en cualquier otra habilidad. Tu cerebro está aprendiendo algo nuevo y eso actúa sobre su estructura.

- ¿Por qué este descubrimiento es importante?

Por muchas razones. Es muy importante saber cómo y dónde el cerebro cambia ya que los cambios que produce la meditación en las áreas de la corteza cingular posterior y el hipocampo pueden ayudar en condiciones crónicas y con ciertas enfermedades. Por ejemplo, en el caso de la depresión, que está ligada al hipocampo, o la corteza, que está relacionado con la demencia y Alzheimer.

- La gente está hoy mucho más interesada que antes en saber cómo trabaja el cerebro. ¿Las neurociencias están de moda?

Si, definitivamente. Es que antes no sabíamos demasiado del tema. A partir de las resonancias magnéticas podemos ver cómo es nuestro cerebro de una manera que antes jamás lo habíamos visto. También creo que en este momento estamos más interesados en entendernos a nosotros mismos.

- ¿Y cuánto tiempo después de meditar el cerebro comienza a cambiar?

Nosotros vimos cambios a partir de las 8 semanas.

- ¿Usted sigue meditando?

Por supuesto.

Señas particulares
Sara Lazar Médica estadounidense, experta en neurociencias Doctorada en Harvard en biología molecular. Dirige el Laboratorio Sara Lazar de Investigación en meditación, en el departamento de Psiquiatría del Massachussetts General Hospital y la Harvard Medical School

Copyright Clarín, 2016.

Fuente original: http://www.clarin.com/
http://www.caminosalser.com/

jueves, 23 de junio de 2016

CÓMO SABER QUÉ VIBRACIÓN EMITO


Si tenemos un pensamiento, éste emite una vibración.  Cuando ese pensamiento desencadena una emoción, emitimos otra vibración.  Nuestros pensamientos y emociones están íntimamente conectados y uno desencadena el otro y viceversa.

Pensemos por ejemplo en algo.  Si yo digo: Perro!  Cualquiera de nosotros emite una vibración con sólo evocar un perro, ya sea que nuestra experiencia sea positiva o negativa.
Si yo digo: Chocolate!
Si digo: Mamá!
¡Es inevitable emitir una vibración!  Aunque no estemos conscientes de ello, así es.   ¡Lo que sea!
Si yo digo: Relación de Pareja. . . Inmediatamente ¡vamos a emitir una vibración que emana de nuestro recuerdo de la experiencia de relación de pareja que tengamos!  Ese recuerdo inmediatamente se liga a una emoción provocada por esa experiencia.  Es más, si en ese momento yo escucho una canción que me evoca algo alegre con mi pareja, la vibración que emito ¡es positiva!

Yo podría hablar con alguien sobre el matrimonio, por ejemplo.  Es posible que sea una mujer joven que ni siquiera se ha casado y no tiene experiencia propia de estar casada, pero si sus padres tuvieron una experiencia feliz, cuando ella piensa en matrimonio, la vibración que emite es positiva, y se siente optimista sobre la posibilidad de casarse.  Todavía más, cuando piense en matrimonio, pensará en que ella tiene todas las posibilidades de que le vaya bien cuando se case.  En su campo vibratorio, la emanación de su vibración es ésa.  No hay conflicto en ese tema.  En su vibración no hay dolor o lo que llamaríamos Resistencia.

Cuando hablamos con alguien así, si estamos entrenados para sentir la vibración de la persona, podemos sentir que sus palabras coinciden con lo que emana de ella. Lo dice con facilidad, ¡con naturalidad!  Muy a menudo, aunque no estemos acostumbrados a fijarnos en lo que emana de la persona, podemos sentirla.

Cuando por ejemplo, estamos con una persona que está muy contenta o muy triste, no necesita ni hablar, lo que sentimos de ella, es la vibración que emana de su campo vibratorio.  Si pudiéramos verlo, sería una energía que rodea a la persona y que con frecuencia es como una esfera  a su alrededor.

Cuando decimos de una persona, por ejemplo, una novia en el día de su boda, o un joven que acaba de recibirse de la universidad, o alguien que está muy enamorada, que está “radiante”, efectivamente, desde su campo vibratorio irradia una energía positiva que tiene una fuerza que es evidente para los demás.  No importa que no la veamos, la podemos sentir.

Por la sencilla razón, de que nuestra vibración, respecto a cualquier tema, es nuestro punto de atracción.  Cualquier cosa en el universo, está vibrando y ni siquiera vamos a decir que algo sea bueno o malo.  Simplemente es nuestro punto de atracción.  Si todo en el universo vibra, dependiendo de la frecuencia que sea predominante en mi, la que emana de mis pensamientos y de mis emociones, es lo que va a empatarse conmigo.  Así de simple.  Generalmente, si no sabemos esto, o no estamos conscientes de lo que esto significa, nuestros pensamientos atraen una vibración igual ¡y lo hacemos por default!

Si hacemos conciencia de esto y podemos entender mucho de nuestra experiencia y de porqué algunas cosas no cambian para nosotros.   Pensemos cada quien en cualquier tema que se complica en nuestra vida, o en lo que nos sentimos que no avanzamos, que estamos estancadas(os).  Si decimos la palabra: relaciones… trabajo. dinero. salud. familia...

Para cada una(o) de nosotros es algo distinto y pueden ser una o más cosas.  Hagamos el ejercicio, pensemos en uno de éstos conceptos, el que sea, y aprendamos a observar lo que sentimos sobre cada uno de ellos.   Con toda seguridad, en el que estamos atoradas(os) es aquél en el que nuestra frecuencia baja.  Es decir, nos evoca preocupación, dolor, coraje, enojo, frustración, desesperación, falta de claridad…. una de éstas emociones o todas juntas…

Entendiendo ésta explicación, cómo entonces, si nuestra vibración es baja con relación a este asunto, ¿vamos a poder realizar cambios?  ¿Se puede?

Claro que se puede, requiere enfoque.  Requiere disciplina y requiere que queramos tanto hacer un cambio en éste sentido, que necesitamos concentrar nuestra atención en ver qué sentimos durante el día!

Fuente: Heidirangelk
http://selenitaconsciente.com/

Cuántas veces habré llorado sin saber que la vida me hacía un favor


Cuántas veces habré llorado a escondidas sin saber que la vida me estaba haciendo un favor, sin entender que lo ocurrido no era el fin del mundo, sino el principio de algo mejor. Porque existir es reiniciarse una y otra vez, es cerrar una ventana para abrir una puerta mientras nos secamos las lágrimas por quien nunca las mereció.
Albert Einstein solía decir que si había algo de lo que estaba agradecido, era a todas aquellas personas que a lo largo de su vida le habían dicho “no”. Cada una de las desilusiones sufridas por quienes se negaron a ayudarle en su momento, le permitieron más tarde encontrar ese motivante con el cual, aprender a hacer las cosas por sí solo. A ser más fuerte.
Nadie sabe cuánto he llorado, ni todo lo que esas lágrimas me han enseñado. A día de hoy soy el resultado de cada uno de esos llantos silenciosos que he dejado escapar, y no por debilidad, sino por cansancio de ser fuerte…
Hay veces en que sencillamente, no podemos más. El estrés emocional ocasionado por tantas decepciones. fracasos y por cada “no” encontrado en el camino, nos obliga a detenernos. Es entonces cuando aparece la indefensión y la clara sensación de que hemos perdido el control sobre nuestras vidas.

Judith Orloff, psiquiatra y autora del libro “Libertad emocional, cómo dejar de ser víctimas de las emociones negativas”, nos dice que el primer paso para propiciar el equilibrio interior es el llanto. Después de las lágrimas llega la calma, y seguidamente, la claridad. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

Lo llorado por lo aprendido: el sufrimiento útil


Es muy posible que si ahora mismo pudieras viajar a tu propio pasado, sintieras compasión de tu persona al verte llorar por razones que nunca valieron la pena. Todas esas lágrimas vertidas por quien nunca mereció nuestro afecto o por cada instante de angustia por un proyecto o sueño que nunca valió realmente la pena, son ahora recuerdos imborrables. Sueños rotos pero útiles a la vez, inscritos en esas nubes pasajeras de nuestros ciclos vitales.
Ahora bien, cabe señalar que nadie llega a este mundo “enseñado” de fábrica. Las lágrimas son como ritos de paso que hemos de experimentar a la fuerza para seguir creciendo, para saber “quién sí y quién no”, para ponernos a prueba y medir nuestras fortalezas.
En psicología se habla a menudo de lo que se conoce como “sufrimiento inútil”. Es un término que nos llama especialmente la atención y, lo creamos o no, aparece más de lo que pensamos. Hace referencia a esos momentos en los que, cuanto más somos conscientes de nuestro dolor, más nos perpetuamos en él.
Ejemplos de ello serían esas relaciones de pareja tormentosas, donde lejos de poner fin para dejar de esperar lo imposible y liberarnos del dolor, caemos aún más hondo en sus arenas movedizas.
 Mientras el sufrimiento útil tiene un fin y nos permite soltar lastres para limpiarnos por dentro y aprender, el inútil, jamás dará paso al duelo, al cambio. Al crecimiento interior.

Tras el dolor llega la oportunidad

Es muy posible que hayas oído en numerosas ocasiones esa expresión de que “solo quien ha sufrido puede entender qué es la vida de verdad”. Cabe decir que esto no es del todo el cierto. La felicidad también enseña, también nos ofrece adecuados recursos. Ahora bien, la adversidad es a su vez ese cruce en el camino por el que la mayoría habremos de pasar alguna vez. 

Yo también he llorado por cebollas que no valían la pena, por sueños que se llevó el viento y por dulces deseos que se tornaron amargos…
Cuando la crucemos, cuando experimentemos el dolor en alguna de sus formas, ya no seremos los mismos. Por ello, es necesario propiciar “un sufrimiento útil” del que hablábamos con anterioridad, ese que nos permita aprender a ser más hábiles, mejores estrategas con mentes resilientes y personas capaces de ver nuevas oportunidades. Porque aunque pensemos que la vida nos ha dado un “no” rotundo, a veces, no es más que un “espera un poco más”…


Judith Orloff, en el libro de  citado al inicio del artículo “Libertad emocional, cómo dejar de ser víctimas de las emociones negativas”, nos enseña que para poder ver las oportunidades en tiempos de oscuridad es necesario generar una adecuada calma interior.
  • El desahogo emocional es un mecanismo adecuado y liberador para sosegar la mente y ver las cosas de otro modo.
  • Una vez hemos llorado por esa decepción, por esa ruptura o ese fracaso, es necesario generar el cambio. Ahora bien, un error en el que caemos a menudo es en esperar a que ocurra algo a nuestro alrededor para encontrar entonces un motivante, un propósito que nos permita seguir avanzando para dejar atrás lo sucedido.
  • No es este el enfoque. Lo más acertado es “ser nosotros mismos el propio cambio”. Lejos de esperarlo desde el exterior, hay que inducirlo desde el interior. Porque justo cuando uno deja de esperar y reacciona, la propia vida cambia. 
Al fin y al cabo, es en estos momentos de dificultad personal cuando descubrimos cuántas fortalezas se hallan en nuestro interior y todo lo que somos capaces de hacer. 
Porque aunque no lo creas, somos como los robles, que cuanto más les embiste el viento, más fuertes crecen.
Psicología/Valeria Sabater