domingo, 15 de enero de 2017

Mi mayor triunfo: haber alcanzado la autonomía emocional


Uno de nuestros mayores logros a nivel personal es alcanzar en un momento dado la total autonomía emocional. Es ese instante en que nos responsabilizamos por completo de nosotros mismos sin dependencias tóxicas, sin necesidad de ser validados por nadie para poder luchar con dignidad y aplomo por lo que queremos y merecemos.
No es fácil. La autonomía emocional es esa aspiración en materia de crecimiento personal que no todos logran alcanzar con autenticidad. Esta autonomía, definida siempre como la capacidad de tomar decisiones de acuerdo a la propia voluntad, tiene varios muros, altas alambradas y todo un ejército de aguerridos enemigos. Las presiones externas y nuestros saboteadores internos coartan la mayor parte del tiempo este objetivo.
“Si no eres capaz de amarme como merezco, entonces vete. Alguien habrá que sea capaz de disfrutar de lo que yo soy”
                                                                           -Walter Riso-
Este constructo psicológico vertebra, en realidad, muchas dinámicas cotidianas que nos pueden ser más o menos familiares. Todo padre, toda madre, por ejemplo, intenta propiciar en sus hijos una adecuada autonomía emocional. Un saber hacer con el que puedan sentirse mucho más competentes a la hora de pensar, de sentir y clarificar objetivos sabiendo asumir las consecuencias de los mismos.
Por su parte, existe mucha bibliografía al respecto de la dependencia emocional y de esas relaciones donde alguno de los dos miembros ejerce el poder, mientras el otro, asume y calla por miedo, por un amor ciego o incluso por la presión de una cultura determinada. La otra cara de la moneda es, por tanto, un aspecto del que no se habla tanto como se debería en muchos de nuestros manuales de autoayuda: la autonomía emocional.
Te proponemos ahondar en este aspecto clave.

Las sibilinas redes del control y la dominación

Algo en lo que deberíamos empezar a reflexionar es en el hecho de que las personas que no saben controlarse a sí mismas son las que más ejercen la dominación sobre los demás. Hablamos sin duda de esos perfiles que carecen de una auténtica madurez emocional y que, a su vez, necesitan controlar a quien más quieren para así, reforzar su propia autoestima y validar su poder.
Tal y como señalábamos al inicio, es muy complejo salir de estas dinámicas. En especial, porque casi siempre existe un ancla soterrada que nos impide movernos de ese terreno habitado por la dependencia hacia ciertas figuras de poder: padres, madres, parejas… Las redes de control y dominación son las más delicadas y las más resistentes, porque se alimentan del amor más tormentoso que existe: nos referimos a ese amor que nos quita el oxígeno, la vida, la luz.
La vida, por sí misma, no siempre nos permite disfrutar de una total y absoluta autonomía personal. Sin embargo, lo que sí tenemos a nuestro favor es la capacidad de poder de decidirEs ahí donde la autonomía emocional adquiere su máxima relevancia. En el momento en el que logremos desarrollar una adecuada claridad mental para recuperar la voz y la dignidad, seremos capaces de decir qué queremos, cuándo lo queremos, qué no queremos y a quién no queremos en nuestra vida.
Nos alzaremos, por tanto, como nuestras propias e indiscutibles referencias de poder.

Cómo lograr nuestra autonomía emocional

Alzarnos como hábiles estrategas en autonomía emocional, implica dominar ante todo eso que definimos como autoeficacia. Construir una identidad fuerte que vele por nuestra integridad, que sepa tomar decisiones responsabilizándose de las consecuencias y que a su vez, nos aporte un actitud positiva ante la vida, implica hacer un viaje muy particular. Un viaje a nuestro interior para ser consciente de diversos aspectos.
“Quien mira hacia fuera sueña, quien mira hacia dentro, despierta”
-Carl Gustav Jung-

Te proponemos iniciar ese recorrido a través de los siguientes pasos.

Las bases de la autoeficacia

Si alguien elige las cosas por ti, no te sientes eficaz. Si resuelven tus problemas, si esperas que alguien valide tus ideas, que te den permiso, o te indiquen por dónde debes ir y por donde no, nunca desarrollarás una adecuada autoeficacia. Así pues, recuerda, aunque dudes, aunque te de miedo, aunque no te sientas capaz, hazlo: decídete a actuar por ti mismo.
  • Uno de los mayores enemigos a de la independencia emocional, es sin duda la “autonomía comprometida”. Son esas situaciones complejas construidas sobre todo a nivel de pareja, donde los dos miembros viven en un autoengaño muy destructivo.
Es cuando le decimos al otro aquello de “tú haz lo que quieras”, “decide lo que necesites”, “Lo que digas me parecerá bien”, “sal esta noche con tus amigos si así lo quieres…” Cuando en verdad, lo que esperamos es justo lo contrario. En realidad, se trata de mandatos implícitos que debemos saber gestionar para que la autonomía emocional sea auténtica y plena en esa relación.

La autonomía emocional nos dicta también que ninguna persona tiene derecho a decidir por nosotros el estado de ánimo que debemos tener“Tú estás bien donde estás”, “Eso es lo que te conviene, eso es lo que te hace feliz y no esas tonterías que tienes en la cabeza”.
  • Otro aspecto en el que debemos reflexionar es en el hecho de que muchos de nosotros conocemos de sobra cuáles son los componentes que conforman la autonomía emocional. Los conocemos porque sabemos qué es la autoestima, la asertividad, la resiliencia… Sin embargo, a pesar de tenerlo claro seguimos lidiando con múltiples bloqueos emocionales.

Tal vez deberíamos tomar como propio el consejo que nos dejó Erich Fromm en su momento: “atrévete a ser libre”. Porque a veces, no es más que eso, atrevernos, dar el paso hacia delante para convertirnos en aquello que realmente queremos.
Psicología/Valeria Sabater
Imágenes cortesía de HuanLe
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 14 de enero de 2017

¿Qué es realmente eso que llamamos Familia?


Consideramos familia a esas personas que llevan nuestra misma sangre, es ese parentesco el que nos enlaza a ellos y nos hace vincularnos de por vida. Vínculo de sangre con grado, y con una capacidad para modelar nuestra conciencia, inculcando en nuestra mente “valores” útiles para desenvolvernos en el mundo real, en nuestra querida sociedad.
Ese parentesco nos agrupa y nos supera tras la muerte, es ese arraigo lo que nos perpetúa y nos liga a esta tierra. Nos llevamos con nosotros ese deber no escrito de criar y salvaguardar a nuestra descendencia, no criamos y educamos a personas independientes y seguras de sí mismas, sino todo lo contrario. El sistema y el miedo y la cultura de la escasez, se encargan de que inculquemos generación tras generación, esa estúpida necesidad de proteger a nuestros hijos como a infantes durante toda su vida.
Desde que nacen entramos en un constante estado de preocupación y alarma que no desaparece ni siquiera con la muerte. Preocupados y temerosos, de que no enfermen, que coman, que se relacionen y se integren, que no tengan conflictos, que no se desvíen, qué amistades tienen, qué parejas tienen, qué trabajos tienen, ganan suficiente, pueden valerse por sí mismos…

En la naturaleza, todas las especies cuidan y crían a sus cachorros y sus polluelos, pero cuando están listos, sueltan y les dejan volar, unos vivirán más y otros vivirán menos, pero el trabajo del progenitor ya está hecho, y son las decisiones de ese cachorro ya crecido, las que le llevaran a seguir el ciclo o caer en las fauces de cualquier depredador. Sería injusto responsabilizar a sus padres de caer devorado o de morir sin cumplir con el programa, sin embargo con los humanos pasa todo lo contrario, a pesar de tener más inteligencia, no hemos sido capaces de comprender ese ciclo vital, y el sentimiento posesivo nos lleva a controlar cada una de las etapas que va quemando nuestra descendencia.
A pesar de ser una especie inteligente, somos tremendamente inseguros y temerosos y no permitimos que nadie tome decisiones que los acabe responsabilizando de sus actos, esto quizás, es consecuencia directa del papel que ha jugado la religión, donde un dios padre, severo y observador, nos castigaba a cada error (pecado) con lo cual quien no yerra no aprende, y como consecuencia vivimos y morimos en una constante necesidad de un tutor, que nos guíe y nos salve. El juego de controlarlo todo y a la vez tener alguien superior que nos controle y nos guíe, un juego estúpido en el que aún no hemos sido capaces de superar el primer nivel.
Como especie y como sociedad, vista desde fuera, parecemos un bebé llorón con el pañal perpetuamente sucio. Un bebé constantemente irritado, que no sabe y no quiere saber nada. Una sociedad inmadura e irresponsable, cría y educa personas inmaduras e irresponsables. Sus creencias y sus ideologías lo serán igual, orientadas a que alguien superior nos diga cómo comportarnos, cómo ser, cómo vivir. Este sistema nos da la pauta, para vivir mamando de su pecho de por vida, sin riesgo y sin conciencia. Ese pecho nos mantiene cómodos y en un perpetuo sopor, no nos alimenta, pero tampoco sentimos la necesidad de despegarnos de ahí.
Con un dios (padre), su hijo (hermano mayor) y ese hipotético espíritu, que ni entendemos ni concebimos, tenemos bastante. No tenemos libre albedrio, pero ¿para qué lo queremos? Se nos dice que lo tenemos y eso es real, es verdad, lo tenemos y siempre está ahí esperando a que lo agarremos, pero ¿para qué? No lo necesitamos, el modo en el que nos educan y educamos, lo demuestra. No tomaremos decisiones más allá de elegir un color, una pareja, un medio de transporte y el ataúd, poco más. Tus estudios están condicionados, primero, a las necesidades que quiera cubrir el sistema y segundo, las que quiera cubrir tus tutores y su orgullo de estirpe. El trabajo tampoco lo eliges, ya que es la empresa la que te contrata, y para todo lo demás, siempre hay cláusulas y letra pequeña. Así que esa inmadurez nos deja de tal modo, que a la hora de criar a unos hijos, lo hagamos como niños con un juguete nuevo, son míos y solo míos…
Sólo cuando te sales de la pauta y tu conciencia te hace ver la realidad, se acaba esa necesidad de tutor y pierdes interés por cualquier teta que el sistema te dé a mamar. Esto te hace replantearte incluso ese ciclo sagrado que da la sangre y te das cuenta que un pariente no es necesariamente familia y que hay familia por ahí fuera que ni siquiera conocemos aún.
Nuestra escasez de referencias, es la que nos hace agarrarnos a un clavo ardiendo, se llame familia o se llame orgullo. Es esa amnesia la que nos hace perder toda referencia en memoria de los seres con los cuales sí tenemos un vínculo real y duradero.
Tu vista, tu mente y tu educación engañan a tu conciencia, pero ese sentimiento que te liga a alguien que el sistema o la sangre te dicen que no te une a ellos ningún parentesco, pero sin embargo hay algo que chilla dentro de ti y te dice que ese Ser tiene más que ver contigo que toda tu familia junta, y como con él, hay muchos más que a lo largo del camino vas encontrando y que sin saber cómo, se cruzan en tu vida y dejan un rastro que, si eres consciente, es difícil de obviar.
Es tu familia real, son esos seres a los que te une un vínculo que traspasa todas las fronteras físicas y espirituales, y de los cuales os separan océanos en el peor de los casos, pero que dejaron una profunda huella en ti en un pasado remoto, que hace que aflore todo cuando estamos con ellos. Es difícil de explicar, pero seguro que a muchos de vosotros os ha pasado que tenéis algo tan fuerte con alguien que supera esa trillada etiqueta llamada “amistad” o la más manoseada aún y típica tópica relación de pareja. Nadie os da pruebas, pero sentís y percibís que hay algo más, ni vuestros sentidos ni vuestra memoria os permiten encajar y relacionar adecuadamente ese vínculo. Cualquier gurú te metería en el patetismo de las almas gemelas, pero no se trata de algo romántico y no es una simple amistad ni siquiera podrían ser considerados familia, porque ese vínculo trasciende toda etiqueta y todo programa.
Nos han movido como a peones en un grandísimo tablero, nos han colocado de tal forma que es difícil reconocernos ni siquiera a nosotros mismos, peleamos en el bando en el que aterrizamos sin tener siquiera unas mínimas nociones. Nos dan una identidad, una nacionalidad, nos dan cuerda y a correr, como pequeños soldaditos de plomo, en una maqueta en la que la muerte y la sangre derramada son reales.
¿Quién puede llamar familia a otra persona sin ese lazo genético? En realidad aquí, nadie conoce a nadie, nadie sabe nada de nadie y nos ofuscamos por salvar una identidad y una vida que ni siquiera es nuestra. La realidad es que estamos aquí de alquiler y vida tras vida nos renuevan este precario arrendamiento.
A falta de más referencias, mi familia es aquella que me acepta, me apoya, me comprende y me ama, aquella que abre los brazos de par en par cuando les regalo todo mi Ser, cuando mi energía y mi esfuerzo les motiva y les ayuda a dar su siguiente paso, y cuando sus sacrificios no son en vano y me ayudan a levantarme cuando me caigo. Sin más guía que su ánimo y su aliento, para seguir levantando la vista y tener el valor de avanzar en este sinsentido.
Algún día todo este caos será reordenado y recuperaremos esas referencias, que nos hagan saber con quiénes tratamos y qué vinculos nos unen a ellos, encontraremos a nuestra verdadera familia y recuperaremos ese amor que no necesita pasaporte ni conoce las distancias. Reconectar esos hilos, supondrá reconectar más aun nuestro Ser, supondrá recuperar nuestro estado natural y sobre todo, supondrá reescribir la definición que tenemos de Familia.
Rubén Torres
http://lacosechadealmas.blogspot.com.ar/

viernes, 13 de enero de 2017

LA CULPA EN EL DESARROLLO PERSONAL



En mi opinión, una de las cosas que nos liberarían en gran medida de algunos sufrimientos internos -de los que no somos conscientes pero sí víctimas directas-, es el sentimiento de culpa.

Hay, básicamente, dos tipos de “sentimiento de culpa”. El primero proviene de cuando uno es realmente culpable de algo –y entonces es muy lógico tener ese sentimiento- y el segundo, cuando de uno “cree” ser culpable de algo –y aquí hay que matizar y darle vueltas hasta comprobarlo-.

Se padece la influencia de diferentes “sentimientos de culpa”. Uno que parece ser que todos soportamos sin ser conscientes de ello, que nos lo han inculcado algunos sacerdotes que nos “responsabilizan” y “culpan” de la muerte de Jesucristo –que “murió para salvar a cada uno de nosotros”-. También puede provocar ese sentimiento el hecho de creerse culpable por el uso de la masturbación –en algunas disciplinas religiosas incluso es “pecado” hacer uso del sexo con la esposa si no es con el objetivo de la reproducción-. Otras personas tienen sentimientos de culpabilidad porque ya de adultos “desobedecen” algunas órdenes que les dieron sus educadores cuando era pequeño, y aunque compruebe que ahora no tiene por qué cumplirlas –porque no está de acuerdo con ellas o porque comprueba que están obsoletas o equivocadas-, en cambio en su interior se produce un conflicto que le provoca sentirse culpables. Hay otros varios motivos responsables de este sentimiento -ya más particulares- en los que uno se siente culpable de algo que hizo o que no hizo.

Ya sé que esto que leerás a continuación –que es solamente una opinión, no una afirmación, y no discutiré con nadie para defenderla- es algo que crea controversia, algo que cuesta bastante aceptar a las personas de buen corazón –otros, con el corazón menos amable, se sentirán encantados y hasta llegarán a usarlo como excusa razonada-. 

Ahí va: yo creo que uno sólo es responsable de las cosas que no han producido el resultado deseable –no quiero escribir “que ha hecho mal o han salido mal”- a partir del momento en que está en un Camino de Desarrollo o Mejoramiento Personal –conscientemente o sin darse cuenta, y le llame como le llame, incluso si no le ha puesto nombre-. 

Solamente entonces se es responsable directo, a partir de que uno empieza a saber y a darse cuenta. Entonces es cuando comienza su responsabilidad. Cuando uno ha hecho algo de un modo inconsciente, era “otro” quien lo hizo.

Insisto: esto hay que comprenderlo muy bien, desde el corazón, y no usarlo para des-responsabilizarse de las cosas de las que uno es verdaderamente responsable.

Tengo otra opinión bastante controvertida, y es que a veces, en contadas ocasiones, bajo circunstancias muy concretas, uno tiene que hacer algo que aparentemente no es lo correcto o adecuado. Con esa actuación lo que se pretende –incluso sin que nosotros lo sepamos- es que otra persona reaccione, que se ponga en marcha en su proceso, o que aprenda una lección que le será de utilidad.

Si uno actúa ante sí o ante los demás con una noble intención, aunque luego se compruebe que los resultados han sido contrarios a lo previsto, no debería auto-castigarse, ni flagelarse, ni condenarse a los infiernos, ni enojarse consigo mismo de un modo duro y para toda la vida. No debería quedarse enganchado a un sentimiento de culpa.

Lo que yo hago en estos casos es darme una palmadita en la espalda y ánimo, soy consciente de que en ese darme cuenta de lo que he hecho, y de su resultado, lo que hay es una lección que aprender, y cuando me doy cuenta de lo que he hecho y lo que ha pasado no me enojo conmigo –en realidad me disgusto levemente y durante un segundo-, sino que me considero un poco más sabio, y satisfecho de lo que acabo de aprender incluso a costa del precio pagado.

Llegar a esta acción –que en algunos casos también es una reacción de las buenas- me ha costado mucho trabajo y muchas conversaciones conmigo mismo hasta que me he hecho verlo claramente. Y es que es así. En este caso no hay un ego que no quiere responsabilizarse de nada de lo que hay detrás de ello, ni hay una auto-exculpación que viene muy bien y es muy cómoda, ni es una excusa genial, sino que es una convicción fruto de la observación de la vida, del Ser Humano, de la comprensión de las cosas, y de encontrar respuestas a muchos “por qué” y a muchos “para qué” de las cosas que me van sucediendo.

Es cierto que soy muy consciente de que debo preservarme, tratarme como un niño que lleva toda su vida aprendiendo, no agredirme ni ponerme en mi propia contra, ni ser mi furibundo inquisidor personal. 

Soy muy consciente, pero que muy consciente, de que soy una persona “de buen corazón”, que no albergo ninguna maldad, que jamás tengo intención de perjudicar a otro, que no padezco de egoísmo ni de egolatrismo, y que quiero pasar tranquilo por la vida y sin crear alborotos ni polémicas ni querellas. Lo mismo que son y lo mismo que sienten millones de personas. La diferencia tal vez esté en que yo sí me doy cuenta.

En cambio, si uno hace daño a conciencia y para su propio beneficio, entonces no es un “sentimiento de culpa” sino que verdaderamente hay culpa y se es culpable.

Si padeces algún sentimiento de culpa injustificada reflexiona sobre lo que acabas de leer y decide si quieres seguir soportando tan gravosa e inútil carga.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco De Sales
buscandome.es

jueves, 12 de enero de 2017

CUIDADO CON EL AUTOSABOTAJE



En mi opinión, hay que estar muy atentos, pero que muy atentos, pero que muy muy atentos, a nosotros mismos –y más concretamente a nuestras actuaciones inconscientes-, porque dentro de nosotros llevamos –sin que nos demos cuenta la mayoría de las veces- un autosaboteador experto en ponernos zancadillas y en obstaculizar nuestra vida para que discurra de un modo más incómodo.

A algunas personas esto le sonará muy conocido, pero que muy conocido, pero que muy muy conocido –porque ya lo han sufrido y lo siguen sufriendo en muchas ocasiones- y otras personas se quedarán dudando y hasta es posible que se paren a observarse, que se pregunten, por si acaso les está pasando y no se habían dado cuenta y, en cambio, otras personas lo negarán sin saber que se están equivocando al negarlo.


NO DIGAS NO PUEDO

El primer acto de autosabotaje surge cuando alguien dice “no puedo”. No siempre tiene razón. No siempre es verdad. La mayoría de las veces esconde un “no quiero intentarlo” porque “creo” que no puedo, o bien es un “porque no quiero intentarlo” al que disfrazamos, o es un “tengo miedo” que uno no se atreve a llamarlo por su nombre.

No se puede cuando hay una limitación física o real. No puedo sumergirme a pulmón libre a 6000 metros. No puedo llegar a volar solamente con el movimiento de mis brazos. No puedo concebir un hijo con una grulla.

Es cierto que hay algunas limitaciones en algunos casos, pero hay que evitar el “no puedo porque no lo he intentado”. Todos hemos visto casos de autosuperación y hemos comprobado lo que puede llegar a hacer una persona lisiada o hemos visto los Juegos Paralímpicos. 

Hay muchísimas ocasiones en las que, si uno se lo propone firmemente, la voluntad domina a la apatía, el esfuerzo vence a resignación, y el deseo doblega al miedo. 

Conviene no permitir que los contratiempos y las adversidades se impongan como obstáculos insalvables o como excusas perfectas para no afrontar lo que hay que afrontar. 

La fuerza está en la voluntad. La voluntad reside en la mente, y se revalida con el deseo firme, con la actitud positiva, y con la motivación consciente. Uno consciente es quien manda. O uno consciente es quien tiene que mandar. Uno gobierna o tiene que gobernar porque es uno, y no el destino o el azar, quien tiene que dirigir el Camino de su Vida.

Uno mismo tiene la voluntad y la responsabilidad. Nadie garantiza el éxito en lo que se quiere emprender, pero siempre merece la pena intentarlo. Casi diría que es una obligación intentarlo.


PREPÁRATE PARA FRACASAR

“Nuestra mayor gloria no es no fracasar nunca, sino volver a intentarlo cuando fracasamos”. (Confucio)

En mi opinión, no existe el fracaso. Existen las cosas que no han sucedido como uno quisiera que hubieran sucedido, pero eso no quiere decir que sean fracasos. Son experiencias. Experimentando es como se aprenden las cosas que no se pueden aprender de otro modo.

Otro acto de autosabotaje son los límites que le hacen creer a uno que no va a poder desde antes de intentarlo porque está condenado al fracaso. Aunque uno haya “fracasado” antes al hacer algo similar, es posible que en esta ocasión se tenga más experiencia, más fortaleza, más convencimiento, o que se puedan encarar las cosas de otro modo distinto. 

“Está permitido el caer, pero es obligatorio el levantarse”. Hermosa y profunda frase que no necesita ser explicada sino interiorizarla.

Hay otro dicho muy cierto: “Para alcanzar algo que nunca has tenido tendrás que hacer algo que nunca hiciste”. Y esto puede darte mucho que pensar y mucho que poner en práctica.


NO TE PONGAS LÍMITES

“Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto” (Henry Ford).

La Autoestima y la mente juegan un papel importante en este asunto. Si crees que puedes tienes más posibilidades de lograrlo que si crees que no puedes. Si tu mente está a favor y colabora tienes más posibilidades que si una mente autosaboteadora y una Autoestima bajo mínimos son los únicos colaboradores con los que puedes contar.

El miedo es una excusa. Así que conviene preguntarse seriamente ¿A qué tengo miedo?, ¿Por qué tengo miedo?

“Y como no sabía que era imposible, lo hizo”. Esta es la buena actitud. 

Hay que ser consciente de esta realidad que es el autosabotaje, porque está ahí, latente o activo, y porque la característica de su funcionamiento es que lo hace sin que nos demos cuenta. Tenemos el enemigo en casa y no nos damos cuenta.

Generalmente no somos tan estúpidos como para estropean nuestra propia vida o colaborar en el fracaso de nuestros propios proyectos, así que –por supuesto- sucede sin que nos demos cuenta.

Atención, atención y atención.

Y cada vez que nos demos cuenta de que no avanzamos, que hay algo que no funciona correctamente, que nuestros buenos propósitos no llegan a realizarse, que las buenas intenciones no pasan de buenas atenciones, es conveniente revisarlo, revisarse, y descubrir si hay un autosaboteador muy eficaz que desbarata los buenos planes.

Te dejo con tus reflexiones. . .

Francisco De Sales
buscandome.es

miércoles, 11 de enero de 2017

DESARROLLO INTERIOR: RESERVADO PARA MUY VALIENTES



En mi opinión, el proceso de Desarrollo Interior no es, en ninguna de las ocasiones, un Camino fácil.

No es un paseo romántico, ni una suave caminata bajo la sombra de los árboles, ni pasear al sol junto al mar en calma.

Es una continua lucha –en el mejor sentido de la palabra “lucha”- y una incesante zozobra, en la que, de vez en cuando aparece un momento de paz que, con el tiempo y el trabajo personal, se va haciendo cada vez más intensa y más habitual.

El proceso conlleva un descubrimiento de cómo está  siendo uno mismo, y de la diferencia que existe con el Uno Mismo que uno aún sólo se intuye. 

En el transcurso de ese Camino pueden aparecer cosas desagradables, cosas que han estado ocultas durante mucho tiempo y por ello son desconocidas, y cosas que uno ha querido esconder pero ahora se presentan insolentes.

Hay un miedo latente antes del proceso por parte de quien es consciente de lo que va a hacer, y hay miedo durante el proceso, porque a medida que aparecen cosas personales que no son agradables, y lo que llamamos “defectos”, uno piensa que eso va a ser interminable, y que uno es mucho peor de lo que se imaginaba y está peor de lo que suponía.

En el refranero español hay uno que dice: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Lo que nos da una idea de cómo hay una tendencia a preferir quedarse con lo que uno ya conoce (y en muchos casos porque no le ha quedado más remedio que reconocerlo), y el desánimo con que se encararía una búsqueda que puede aportar el descubrimiento de algo que no nos va a gustar y preferiríamos mantener oculto y desconocido, incluso renegando de ello.

“Es que –piensa uno- si me meto en el Proceso y descubro algo que no me gusta… ¿cómo lo borro?, ¿Cómo lo olvido después?”

En la ignorancia o el olvido de las cosas uno no se ve afectado por ellas, pero cuando han aparecido y ya son innegables… 

Este es uno de los temores más comunes.

Otro dicho habitual es: “Virgencita, que me quede como estoy”.

Que es, otra vez, una aceptación sumisa de lo que uno siente ante el temor de que lo desconocido sea peor.

Entonces… si está reservado sólo para muy valientes… ¿Qué hacemos los demás?, ¿Rendirnos antes de empezar?

No.

La actitud es de “Poco a poco”. Y con mucho amor. Y con mucha paciencia. Y sin ánimo de auto-agresión. Y sin escandalizarse, ni despreciarse, ni minusvalorarse, si aparece algo personal que no es de nuestro agrado. Que va a aparecer.

Descubrir es destapar. Poner a la vista algo que se mantenía cubierto,  PERO QUE YA ESTABA. En el momento que uno descubre algo suyo que no le gusta NO CAMBIA NADA, no hay nada nuevo, simplemente es que se pone a la vista, PERO YA ESTABA.

Descubrir algo nuestro que no nos gusta no ha de ser un motivo de enfado sino un motivo de satisfacción.

Solamente a partir del descubrimiento y aceptación de que existe algo que no nos gusta se puede hacer lo necesario para resolverlo. Por eso ha de ser un motivo de satisfacción y no de enfado. Ahora que se sabe se puede resolver. Y el resultado de resolverlo será un paso adelante en el Camino de Desarrollo Personal.

Bueno… quizás entonces no sea un Camino reservado sólo para valientes, sino que sea para personas que tienen AMOR PROPIO, o sea, que se aman a sí mismas.

Tal vez sea suficiente entonces con tener intención de mejoramiento, con ser paciente y perseverante, con querer contentar a esa parte interior propia que sugiere que uno es mejor de lo que aparenta y que aún queda un potencial ilimitado de posibilidades de ser mejor para poder aspirar a ser mejor aún.

Quizás no sea indispensable ser valiente y sea suficiente con confiar en esa intuición que le propone a uno saber más de sí, acercarse a quien se vislumbra que uno es de verdad y que no ha sacado a la luz.

Posiblemente lo conveniente es dar el primer paso, que es el de reconocer que uno quiere mejorar y está dispuesto a hacer una inversión en sí mismo, de amor y dedicación, y comenzar a hacerlo. A pequeños pasos. Titubeando si es necesario. Con un mínimo miedo por alguna parte pero con una gran confianza por otra. Pero adelante.

Dar el primer paso ya es de muy valientes.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco De Sales
buscandome.es