lunes, 20 de febrero de 2017

Enamórate, pero antes…

                        


Enamórate de alguien que te tienda la mano cuando caes. Asegúrate de que su mirada amorosa y su mano tendida preceden sus palabras.
Enamórate de un hombre o de una mujer que respete sin juzgarlas tus creencias, tus emociones y tus decisiones.
Enamórate de una persona con la que conversar, reír y gozar en una atmósfera fuera del espacio y el tiempo, en intimidad y complicidad plenas.
Y, ante todo, enamórate de quien te vea de verdad, de quien sientas que mira más allá de tu imagen, de lo que tienes, de los personajes y roles que representas cada día, de quien haya sintonizado con tu naturaleza genuina, con el Ser Esencial que eres desde antes de que tuvieses nombre ni sexo ni más etiquetas de identidad.
Pero antes…
Mírate tú mismo, tú misma, con amor aunque caigas, valida lo que sientes, sana e integra tu pasado, llévate bien con tu soledad y deja que tu Ser Esencial ocupe cada día más espacio en la constelación interna de tu personalidad.
Redescubre la compasión hacia ti, deja que se instale como modo de observarte y comunicarte contigo, para así, poder enamorarte de quien refleje tanto tanto tanto amor.
http://planosinfin.com
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Imagen: Malena Valcarcel

domingo, 19 de febrero de 2017

Esa extraña sensación de que “ya nada es como antes”


En ocasiones, llega esa extraña sensación: la de que ya nada es como antes. Las miradas pierden su brillo, las palabras su música, y día a día, somos más conscientes de que solo nos quedan cenizas, y de que tarde o temprano llegará ese viento raudo que todo se lo lleva y todo lo cambia. Instante para el cual, debemos estar preparados.
No es fácil. A lo largo de todo nuestro ciclo vital ya hemos afrontado muchas veces ese mismo sabor. Muchos dicen que todo se debe a la rutina, ella quien arrastra sus pesadas cadenas a nuestro alrededor para convertirnos en seres menos espontáneos, menos ávidos de cercanía, de caricias a escondidas y de detalles que aceleran el corazón.

“No hagas con el amor lo que un niño con un globo: que al tenerlo lo ignora y al perderlo llora”

-Pablo Neruda-
 
Tal vez sea ella, la temible rutina, o tal vez seamos nosotros quienes cambiamos con el tiempo, nosotros mismos quienes permitimos que día a día y casi sin saber por qué, se vayan apagando nuestras emociones. A veces, somos como esa vela que brilla llena de intensidad en la noche, un luz que baila y nos inspira con sus formas, pero que se va consumiendo con las horas, hasta que al final deja en el ambiente un extraño perfume dulzón e incómodo, como un ensueño del pasado que ya no tiene sentido en el presente. Tal vez…
Asumir que ya nada es como antes nos invita a una profunda reflexión. Puede no sea un obligado final, pero si un instante de necesario diálogo, de imperantes esfuerzos mutuos con los que renovar ese vínculo, esa relación. Actuar con madurez y responsabilidad es la mejor llave para dar paso a un nuevo inicio, o quizás a un inevitable final.


Nada es como antes y ya no somos los mismos de ayer

Cuando uno toma plena conciencia de que las cosas ya no tienen el brillo, la intensidad y la magia del ayer, lo primero que siente es una profunda contradicción, el pinchazo de la amargura y la pincelada de la nostalgia. Más que momentos echamos en falta las emociones del pasado y esas complicidades que edificaban un día a día donde no existían huecos, donde la ilusión lo llenaba todo, y a su vez otorgaba sentido a la vida.
Cuando ese vínculo emocional pierde fuerza y la intimidad del ayer en la pareja languidece, podríamos decir que falta todo. Es un lento ocaso que entristece y desespera a la vez, porque nuestro cerebro necesita por encima de todo “sentirse seguro”. Piensa que no le agrada la contradicción y esos desajustes que interpreta al instante como una amenaza, como una señal de peligro.
Cuando entramos en esta fase de alarma lo primero que hacemos es buscar un porqué. Aunque son muchos los que, sencillamente, se centran en el “quién”. Es común proyectar en el otro todas las culpas: “es que me descuidas, es que ya no me tienes en cuenta, es que antes hacías esto y lo otro y ahora ya no le das importancia a esos detalles”.
Centrarnos en exclusiva en el otro para acusarlo puede estar justificado en algunas ocasiones, queda claro, pero no en todas las relaciones existe un único culpable. Es más, sería una buena idea que nos acostumbraramos a cambiar ciertas expresiones en este tipo de dinámicas relacionales. En lugar usar la palabra “culpabilidad” y el componente negativo que ello implica, es mejor hacer uso del término “responsabilidad”.


En el juego de energías y refuerzos, tanto positivos como negativos, que conforman el universo de la pareja, los dos miembros son responsables del clima y de la calidad de la misma. Y en ocasiones, y esto es bueno que tengamos claro, no hay que buscar un culpable a la desesperada para entender por qué ya nada es como antes, por qué ya no nos miramos igual ni parece que nos necesitamos tanto como ayer.
El amor a veces se apaga. Puede que lo haga en uno de los dos o puede que en ambos. Porque aunque muchas veces nos hayan convencido de lo contrario, las personas cambiamos con el tiempo, o más que cambiar, crecemos. Aparecen nuevas necesidades y nuevos intereses: ahí donde lo que antes era prioridad ahora ya no lo es tanto.
Un hecho no exento de cierta dureza que es interesante saber gestionar de forma adecuada.

Si ya nada es como antes, actúa

Nadie puede ni tampoco merece vivir eternamente en esa antesala de las emociones rotas, de las relaciones incompletas o de las esperanzas que nunca van a cumplirse. Si ya nada es como antes y nada puede solucionarlo, demos el paso de forma madura para terminar la relación de la forma más digna posible.

“El amor no prospera en corazones que se alimentan de sombras”

-William Shakespeare-


En un interesante estudio del 2005 del Journal os Social Personal Relationships concluían que existen tres claves para cerrar una relación de pareja de la forma más positiva y adecuada para ambos miembros de la pareja. Así, según las conclusiones de este trabajo lo que ha de evitarse por encima de todo según este mismo trabajo, es lo que se conoce como la aplicación del “efecto fantasma”, es decir, poner en práctica una conducta evasiva donde, sencillamente, alejarse progresivamente del otro sin dar explicación alguna.
Veamos a continuación cuáles son esas tres claves para finalizar de forma madura una relación.



Si nada es como antes, entonces es el momento de empezar a caminar por separado

El primer punto a la hora de gestionar estas situaciones es alcanzar la certeza de queda otra opción que la separación. Recuerda siempre que afrontaremos mucho mejor el duelo sabiendo que hemos hecho todo lo posible.
El segundo paso que recomiendan los expertos es no “destruir” al otro antes de “acabar” con la propia relación. Lo señalábamos con anterioridad, en ocasiones buscar culpables no sirve de mucho. Si hacemos uso de la crítica, el reproche, la humillación y la rabia lo único que conseguimos es alimentar las emociones negativas hasta crear una energía tan profunda que nos impedirá aún más cerrar esa etapa.
Por último, y aunque sea un aspecto que siempre cuesta y al que muchos no le hallan sentido, es necesario perdonar. Perdonar no es ni mucho menos claudicar; es un rito de paso imprescindible para dejar ir sin cargas, sin rencores. Es poner fin a una etapa donde perdonarnos a ambos por el dolor causado, pero aceptando a su vez todo lo positivo que hemos compartido. Un adiós, a tiempo seguido de un “perdón” valiente, nos ayudará a iniciar nuevos caminos dejando atrás un ayer donde ya no tenía cabida la ilusión ni la esperanza.


Fuente: Valeria Sabater - Psicóloga y Escritora vía La Mente es Maravillosa

Levántate y anda


Deja la cama donde te duermes con la multitud y sal a caminar por ti mismo, es decir por lo único verdadero, es decir, por la vida.

Entonces, despierto bendecirás a todos con tu alegría.
Deja la parasitaria tribuna y entra en la cancha a jugar tu partido.

Deja de complicarte y complicar.

Detente y comprobarás que el sentido de la vida, está en ella misma.
Puedes llamar a cada cosa como quieras, pero todas las cosas, principalmente las
que ni vemos ni siquiera sospechamos, conforman este luminoso misterio que llamamos vida.

Muchas son las cosas, pero una la realidad.

Ábrete, Anímate...
Aprende de todo pero ante todo, de ti mismo.
Concéntrate en esto y te iluminarás y esa serena alegría te llevará de estadío en estadío, siempre en ascenso espiritual, intelectual y material, cantando, bailando y amando.

La alegría te hace sabio, no las preguntas.

¿Desde cuándo, la obra tiene derecho a preguntar al creador?
Solo hace falta que te des cuenta de que eres parte del universo, entonces serás para ti y para los demás una constante inspiración, libre de todo lo que alivia. Entonces tu vivir será un Arte. Y en lo más profundo de ti, está la raíz de tanta belleza. Solo a partir de ti cada acto puede ser una totalidad, por eso no pidas más, vive más. Ese es el secreto de la riqueza. 

Por eso, no debes seguir a nadie, como un huérfano sino seguirte como un hombre, entonces comprenderás que para vivir mejor, hay que ser mejor. 

Vacíate constantemente, atento al momento entonces las novedades serán constantes, es decir, te enriquecerás constantemente, entonces tu espíritu volará. 

Vacíate de pasado y te llenarás de presente, siempre rico cuando lo vives sin preconceptos. En el pasado te encierras con lo muerto, es una muralla que te separa de lo vivo.

Vacíate de pasado y volverás a ser un niño, es decir un ser abierto a todo, receptivo y por lo tanto en un constante juego, y el niño está liviano porque está libre de recuerdos y experiencias porque no sabe nada, por eso goza todo, por eso todo lo excita, lo asombra... 

Como el viejo no puede moverse, porque sabe demasiado, porque recuerda demasiado, porque sus experiencias lo encadenan a sus preconceptos, que lo privan de las novedades, entonces no hay presente; por lo tanto no hay vida.

Porque la vida está en el ahora mismo.


FACUNDO CABRAL

sábado, 18 de febrero de 2017

Vender valor y comprar amor


¿Por qué a menudo sentimos que tenemos que vendernos a los demás, y convencerlos de que somos "lo suficientemente buenos" para ellos, cuando todo lo que tenemos que hacer es ser lo suficientemente buenos para nosotros mismos y dejar que los demás hagan sus propias elecciones? Nos involucramos en relaciones creyendo que debemos probar nuestro valor para poder obtener el amor que queremos. Y lo hacemos generalmente con personas que no nos valoran. ¿Podemos estar tan claros y seguros de nuestro propio valor que no tratemos de “vendernos” a personas que no nos valoran (porque no pueden), y en su lugar, crear conexiones de amor con personas que nos aman y que fluyen sin esfuerzo en nuestras vidas porque reflejan nuestro propio valor?
Estaba ayudando a un cliente a prepararse para una importante reunión de negocios cuando me dijo: "Me siento preparado, ahora solo tengo que venderme." Eso trajo a colación otra discusión sobre por qué él sentía que tenía que convencerlos de su valor y dignidad, y venderles lo que él tenía para ofrecer. ¿Por qué no podía simplemente hacer lo mejor que pudiera y dejar que ese fuera el punto decisivo? Si se vende demasiado, se arriesga a sobrevenderse, haciendo promesas que después  le puede costar mantener, o puede entrar en esa importante reunión con la sensación de que va a perder, creando una profecía autocumplida.
Finalmente, mi cliente estaba cómodo con sus preparativos para la reunión, los cuales incluían una lista de ofertas y, más importante aún, un recordatorio de cosas que él no iba a aceptar. De esta manera, no se extendería demasiado y no haría promesas que en su deseo de ser valorado,  luego no podría mantener.
¿No hacemos esto todos cuando tratamos de conectar con otros, especialmente en situaciones en las que realmente queremos ser valorados o queremos crear esa conexión, o simplemente en situaciones que pensamos que son importantes? Nos sobrevendemos nosotros mismos, nos desvivimos creyendo que tenemos que convencer a los demás de que somos lo suficientemente valiosos, para que ellos nos amen, y entonces ¿qué pasa? Acordamos cosas que después no podemos o no queremos cumplir,  o nos encontramos  metidos en una situación que no nos conviene. Pero hemos invertido tanto en esa situación, que creemos que no podemos salirnos de ella o que queremos ser valorados, no importa el precio, y estamos dispuestos a  hacer cualquier cosa con tal de conseguirlo.
Nuestro deseo de ser “suficiente” para los demás nos hace pensar que tenemos que “vendernos”, convencer a otros de que nos quieran y nos valoren, de que quieren pasar tiempo con nosotros, estar con nosotros o estar conectados. Sobre todo, queremos que nos amen. Tenemos miedo de ser rechazados, pasados ​​por alto o ignorados y pensamos que esas son señales de que no somos lo suficientemente buenos.
Sin embargo, en realidad, la persona que nos rechaza no lo está haciendo por lo que somos, sino por lo que ella tiene que ser para estar con nosotros.
Tienen que estar en nuestra misma frecuencia y nivel energético, para crear una conexión significativa y valiosa con nosotros, y puede que eso sea demasiado para ellos. Cuando lo vemos desde esa perspectiva, nos damos cuenta de que no nos podemos vender lo suficiente, a alguien que sabe que el precio que debe pagar por esa conexión es demasiado alto.
Lo mejor y lo único que podemos hacer es ser nosotros mismos, en todo sentido; ser lo mejor que podamos ser y hacer brillar al máximo nuestra luz. Cuando estamos alineados internamente, podemos alinearnos con otros que nos son afines. No tenemos que “vendernos” a estas personas; ellos ya saben quiénes somos. No tenemos que convencerlos de nuestro valor; ellos pueden verlo por sí mismos.
Con aquellos que están alineados con nuestro amor y nuestra valía, reflejamos el valor que ellos tienen y ellos nos reflejan nuestro propio valor. Las personas que pueden alinearse con nosotros, que ven y reconocen nuestro valor, no esperan ni quieren que hagamos promesas extravagantes ni piensan que no somos suficientes; saben que somos iguales a ellos, perfectos, íntegros, completos, en todos los sentidos. 
►Y si tenemos que vendernos mucho para encontrar el amor y el valor que queremos, estamos hablando con la gente equivocada.


Derechos de autor reservados © 2017 por Jennifer Hoffman. Pueden citar, traducir, reimprimir o referirse a este mensaje si mencionan el nombre de la autora e incluyen un vínculo de trabajo a: http://enlighteninglife.com
Traducción: Gisela Díaz MDifusión: El Manantial del Caduceo en la Era del Ahorahttp://www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm
https://www.facebook.com/ManantialCaduceo

viernes, 17 de febrero de 2017

LOS PROBLEMAS SE RESUELVEN MEJOR SALIÉNDOSE DE LOS PROBLEMAS


En mi opinión, conviene recordar y respetar algunas normas cuando uno se halla inmerso en un problema y quiere resolverlo. 

Estar dentro un problema consigue que abandonemos algunas de las condiciones que son imprescindibles para encontrar la mejor solución y encontrarla del mejor modo posible.

Una de esas condiciones es que hay que salir del problema para ver objetivamente el problema. Si lo que nos está pasando a nosotros le ocurriera a otra persona, y nos lo contara para que le aportáramos una solución, lo podríamos hacer bien porque al no estar implicados ni personal ni emocionalmente mantendríamos la capacidad objetiva y no lo haríamos desde la subjetiva.

O sea, que si uno se queda dentro del problema no verá las soluciones fácilmente porque la turbulencia de sus pensamientos y el agobio de su mente pierden la capacidad de actuar imparcialmente, y entonces lo hará desde la tensión y el agobio, desde el miedo y la preocupación, afectado por sus eternas dudas, desde la ansiedad que provoca el temor a no acertar y a equivocarse –que son dos cosas distintas-, y con una desazón lacerante adelantada y pre-ocupada por el resultado de la respuesta que se encuentre o que no aparece. 

Se requiere una sangre fría especial para no perder la objetividad y la imparcialidad en esos momentos que es, precisamente, cuando más se necesitan. O se requiere la cordura suficiente para darse cuenta de que lo mejor que uno puede hacer por sí mismo cuando está revisando un problema propio es verlo y sentirlo como si fuera ajeno. 

Salirse de él.

Permanecer impasible. (Aunque parezca imposible, se puede hacer)

Mantenerse en un estado en el que no aflore una euforia falsa ni un pesimismo que se ha precipitado en aparecer, ya que es en esos momentos, los de euforia y los de pesimismo, cuando no hay que tomar decisiones ya que en ambos casos estarán influenciadas o exaltadas por un estado que no es auténtico y equilibrado, sino que es extremo.

La euforia es una sensación exagerada que no está adecuada a la realidad y el pesimismo es una propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable. Cada una de las cosas está en uno de los extremos del punto de equilibrio. Las cosas no son tan rosas como las pinta una ni tan negras como las pinta el otro.

Conviene poder razonar, aunque el hecho de poder razonar un problema no implica que se pueda resolver. 

Y conviene ser capaz de ir aparcando las soluciones que vayan apareciendo –apuntándolas para que no se olviden- de modo que quede un espacio mental para que puedan seguir apareciendo otras, ya que otras que vengan pueden ser mejor que las anteriores. 

Conviene no anclarse en la primera que aparezca, y no conformarse con ella creyendo que es la mejor porque eso puede ser un síntoma de pereza en continuar con la búsqueda.

Es recomendable en estos casos usar una técnica que utilizan los creativos que denominan “Tormenta de ideas” o “Lluvia de ideas” (Brainstorming), y consiste en ir diciendo todas las cosas que se ocurran sin racionalizarlas mucho, sino que se “piensa” rápida y espontáneamente, que es como si no se pensara, como si no se dejara que la mente –con sus costumbres y sus condicionamientos- interviniera, como si se permitiera a la intuición manifestarse, como si se eliminaran de este modo todas las respuestas rutinarias e inconscientes que se tienen preparadas.

Parece difícil para algunas personas que están dominadas por su mente y son esclavas de ella, pero no lo es tanto. Interesa aprender a hacerlo. Verlo desde fuera y ajeno. Durante un tiempo el problema no es el problema propio, sino que es el problema de otra persona, en el que no estamos implicados, al que podemos mirar sin miedo, de frente, sin sentirnos subyugados por su influencia, y entonces comprobamos que el problema pierde su poder amenazante, ya no nos puede hacer daño, no tenemos que sobrecogernos ante su presencia ni sentirnos atacados, y eso nos da la libertad de poder mostrarnos superiores a él y con capacidad de dominarle y encontrar la solución que lo desbarate.

Cuando hay que afrontar un problema conviene no estancarse en la creencia de que no se va a poder solucionar porque no aparece la respuesta y conviene no aplazarlo continuamente esperando siempre un momento de “lucidez” que no llega ni llegará, pero también conviene no precipitarse y tomar la primera solución que aparezca o la que más nos seduzca solamente por no tener que seguir en esa tensión que siempre producen los problemas.

Los problemas –de todos los calibres posibles- nos van acompañar a lo largo de toda nuestra vida. La vida puede que sea un continuo resolver problemas. Así que conviene saber y aceptar que forman parte de nuestra estancia en este mundo, y conviene por tanto prepararse para saber cómo afrontarlos y no verlos como enemigos sino como circunstancias. Así se les despoja del drama. Y desdramatizar los problemas es un grandísimo paso para estar en condiciones óptimas de afrontarlos.


(Durante todo el artículo he escrito “problemas” porque la mayoría de personas los llama de ese modo. Yo los llamo “asuntos pendientes de resolver” y de ese modo pierden el poder negativo que le adjudicamos a la palabra “problema” que simplemente al escucharla nos pone en una situación de indefensión y temor. Te invito a que pruebes a no usar la palabra “problema”)

Sin miedo. Adelante. Con las sugerencias de este artículo o del modo que consideres apropiado, pero de frente y a por ellos.


Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales
buscandome.es