martes, 18 de abril de 2017

3 creencias comunes que nos bloquean


El ser humano es una especie vulnerable. Lo somos a nivel físico desde que nacemos y también lo somos a nivel mental. Somos vulnerables al entorno, a cómo procesamos nuestras experiencias en la infancia y adolescencia y al modelo de crianza que nos rodea. Con todo eso se van formando nuestros esquemas y creencias fundamentales. Sobre ellos girarán nuestros razonamientos, emociones y comportamientos.

¿Qué son las creencias?

Según Rokeach (1960), el “sistema de creencias representa el conjunto de expectativas, hipótesis o creencias, conscientes e inconscientes, que una persona acepta como explicación verdadera del mundo en que vive”. Las creencias nos ayudan para explicar parte de la realidad que percibimos. En muchos casos, nos arrastran a situaciones contradictorias dado que al estar tan arraigadas en nuestro mapa mental es difícil ponerlas en duda.

►Parece que los hombres prefieren creer antes que conocer.
                                                                                                Wilson

¿Cómo las construimos? Hay varios caminos por los que llegamos a formar estas pequeñas guías de pensamiento. Comienzan con la experiencia de la niñez de forma directa o indirecta. Por una parte tenemos en cuenta las asociaciones que realizamos y damos por válidas, y por otra las “creencias informativas”.
Estas que son aquellas que nos transmite un grupo de personas (cultural, político, religioso o social). Las creencias generalmente son tozudas, pero aliadas. Nos ayudan a movernos por el mundo y relacionarnos con los demás. Nos suelen proteger en momentos de incertidumbre, guían y contribuyen a darnos estabilidad y coherencia interna.
Sin embargo, existe el riesgo de que la creencia que hayamos heredado o construido respecto de un determinado elemento (amor, justicia, responsabilidad, sociedad) juegue en nuestra contra. de ahí la importancia de conocer su influencia, delimitarla y reducirla o eliminarla en los casos en los que pensemos que constituyen un a influencia negativa.

¿Existen creencias enemigas?

Años de investigación de psicólogos dedicados a las teorías de pensamiento han puesto sobre la mesa una serie de ideas irracionales y creencias contraproducentes que son comunes a nuestra especie. Aparecen de forma repetitiva en distintas personas y culturas (principalmente occidentales). En este caso, dejaremos de lado a las “ideas irracionales” para centrarnos en lo que se conoce como creencias contraproducentes comunes.
Existen creencias enemigas que nos bloquean. Concretamente se llaman “Creencias Contraproducentes Comunes”. No debemos sentirnos culpables por tenerlas y vivir bajo sus mandatos. La palabra “común” nos dice que esta forma de pensar se repite en muchas personas, tanto de nuestra cultura como de otras culturas. Lo importante es detectar esas creencias que se reflejen en nuestro comportamiento y trabajar para transformarlas en otras que nos ayuden.
 ►La creencia es involuntaria; nada involuntario es meritorio o condenable. Un hombre no puede ser considerado mejor o peor por su creencia.
                                                                                      Percy Bysshe Shelley 

Es importante recordar que este tipo de “instrucciones” son difíciles de cambiar dado que están integradas en nuestras costumbres e incluso pueden estar en la base de otras creencias. Así, cuestionar una puede suponer cuestionar otras muchas que se justificábamos partiendo de ella. Cuando una idea está en la base de nuestro sistema de creencias va a costar más extirparla.

Detectando creencias que nos bloquean

Vamos a detenernos en tres de estas creencias:

Emotofobia

Nunca debo sentirme triste, angustiado, inadecuado, celoso ni vulnerable. Debo esconder mis sentimientos bajo la alfombra y no trastornar a nadie.
Actualmente, muchos mensajes van dirigidos a quedarnos siempre con lo bueno de cualquier experiencia. En la mayoría de ocasiones se confunde el extraer un aprendizaje de una situación negativa con no permitirnos sentir y procesar lo malo. Huir de las emociones negativas no es beneficioso. El cuerpo y la mente necesitan equilibrarse y permitirse sentir emociones “malas”. Esto es importante para dar equilibrio al pensamiento y dar sentido a hechos o experiencias negativas.


Miedo al rechazo

Si me rechazas, eso demuestra que hay algo malo en mí. Si estoy solo, tiendo a sentirme desgraciado y sin valía.
Seguramente todos hayamos sentido el puñal del rechazo en alguna ocasión. La pregunta que nos hacemos es inmediata: ¿por qué? La respuesta que razonamos es peligrosa si viene desde la creencia equivocada. Es algo que se convierte en doloroso cuando desfiguramos las explicaciones y asumimos la culpa asociada a nuestra valía personal. Incluso en muchas ocasiones no nos valen los argumentos honestos de los demás. Nos centramos en disparamos directamente en el centro de nuestra diana emocional.

Adicción al amor

No puedo sentirme feliz y realizado sin ser querido. Si no me quieren, no vale la pena vivir.
Esta creencia es importante por la fuerza que tiene y lo aplastante que puede llegar a ser. Asociar la valía como ser humano a la dependencia de otras personas es dejar en manos ajenas lo más importante para nosotros. Sentirse realizado en base a los “te quiero” que recibamos conlleva muchos riesgos y trampas mentales. Cuando funcionamos buscando enfermizamente el amor en vez de enamorarnos de la persona que tenemos delante caminamos al borde un abismo donde es difícil distinguir el valor propio, que lo situamos en el fondo de ese acantilado.
Estas 3 creencias solo son un ejemplo de cómo nuestro contenido mental puede incidir en nuestros comportamientos. Comportamientos que al mismo tiempo, mediante el mecanismo de la profecía autocumplida, supondrán un refuerzo para estas creencias, logrando de esta forma que se asienten y sea más difícil que en un momento dado lleguemos a cuestionarlas.

►Cada uno somos un sistema de creencias. Y ese sistema es el filtro con el que construimos nuestra visión del mundo.
                                                                                     Xavier Guix      

Psicologia/Paula Murillo
https://lamenteesmaravillosa.com/

lunes, 17 de abril de 2017

¿Cómo conocer inmediatamente la personalidad de alguien con una sola pregunta?


Sabemos que la personalidad es compleja y que cambia a lo largo del tiempo, según las experiencias de vida que vamos enfrentando. Esto indica que conocer profundamente a alguien es difícil y es necesario pasar mucho tiempo a su lado, estableciendo una conexión íntima que nos permita darnos cuenta de los cambios que van ocurriendo.

Sin embargo, hay una pregunta muy sencilla que puede ser muy útil para formarnos una idea general de quién es la persona que tenemos delante. Solo tenemos que preguntarle qué piensa de los demás.

Dime lo que piensas de los demás y te diré cómo eres


Psicólogos de la Wake Forest University llevaron a cabo diferentes experimentos, en uno de ellos pidieron a los participantes que juzgaran las características positivas y negativas de otras tres personas. Luego debían completar un test de personalidad. 

Se apreció que mientras más positivamente juzgaban a los demás, más felices, entusiastas y equilibrados emocionalmente eran ellos mismos. Estas personas también mostraban una mayor satisfacción con sus vidas. Al contrario, quienes juzgaban a los demás de forma más negativa solían mostrar más rasgos narcisistas y antisociales, además de una mayor tendencia a la depresión

Los investigadores repitieron el experimento un año más tarde y obtuvieron los mismos resultados, lo cual nos indica que la manera en que juzgamos a los demás, dice mucho sobre quiénes somos. 

Proyectamos nuestra personalidad y nuestra forma de ver el mundo en los demás


Al preguntarle a alguien qué cree sobre los demás activamos un mecanismo inconsciente de proyección. En práctica, reflejamos en los demás nuestras propias características. Así, las personas generosas tendrán la tendencia a pensar que los demás también son generosos y los egoístas creerán que los otros también son egoístas. Vemos el mundo como somos.

En la base de este mecanismo también se encuentra un sesgo cognitivo denominado “efecto del falso consenso” según el cual, solemos pensar que nuestros hábitos, valores, creencias y opiniones son mucho más comunes y están más extendidos de lo que sería lógico.

Es la tendencia a creer que los demás piensan y sienten lo mismo que nosotros. De hecho, un estudio muy curioso llevado a cabo en la Universidad de Castilla-La Mancha reveló que las personas que consumen mucho alcohol creen que los demás beben tanto como ellos y los abstemios piensan que las otras personas beben muy poco. 

Por supuesto, esta relación no siempre es tan lineal. Hay casos en los que ocurre justo lo contrario, Por ejemplo, quienes tienen una personalidad narcisista suelen creer que los demás valen muy poco y son menos interesantes y listos. Por otra parte, quienes tienen tendencia a la paranoia verán en los demás a personas malévolas que no son de fiar.

En cualquier caso, siempre debemos tener en mente estas sabias palabras de Confucio: "Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo. Cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo".


Psicologia/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com


Fuentes:
Wood, D. et. Al. (2010) Perceiver effects as projective tests: What your perceptions of others say about you. Journal of Personality and Social Psychology; 99(1): 174-190.
Yubero, s. et. Al. (2005) La percepción del consumo de alcohol: el análisis de los sesgos atributivos como orientación para la intervención social con jóvenes.Bits: Boletín Informativo Trabajo Social; 8.

sábado, 15 de abril de 2017

Los increíbles efectos del incienso sobre el cerebro


Si sueles quemar incienso en casa, estás incidiendo directamente sobre tu cerebro, probablemente sin saberlo. De hecho, durante siglos diferentes religiones han sostenido que quemar incienso es bueno para el alma. Y todo parece indicar que no andaban muy desacertadas ya que ahora un equipo de biólogos de la Universidad de Johns Hopkins y la Universidad Hebrea de Jerusalén afirma que también es positivo para el cerebro y explican que sus propiedades psicoactivas podrían ser la razón por la cual las personas siguen quemando incienso en las prácticas religiosas, a través del tiempo y a lo largo de todo el mundo.


El incienso tiene propiedades ansiolíticas y antidepresivas


Estos investigadores descubrieron cómo el franquincienso, una resina de la planta boswellia sacra, también conocida como el árbol del incienso, actúa a nivel cerebral para combatir la ansiedad o la depresión. De esta forma, podríamos tener a la mano una poderosa herramienta para aliviar los síntomas ansiosos o depresivos, sin saberlo.

Básicamente, el poder curativo de esta práctica radicaría en el acetato de incensole, un compuesto de la resina que se extrae del árbol del incienso. De hecho, estos investigadores expusieron a unos ratones a esta sustancia y apreciaron que tenía efectos antidepresivos y ansiolíticos. 

Al analizar con mayor profundidad su acción descubrieron que el acetato de incensole actúa en algunas áreas del cerebro vinculadas con las emociones, así como en los circuitos sobre los que normalmente inciden los medicamentos para la depresión y la ansiedad.

De hecho, descubrieron que quemar incienso activa una proteína denominada TRPV3, la cual está presente en el cerebro de todos los mamíferos, incluyendo los humanos, y desempeña un rol importante en la percepción de la temperatura a través de la piel y la regulación emocional.

El acetato de incensole también tiene propiedades antiinflamatorias. Un estudio llevado a cabo en la Ariel University Center of Samaria descubrió que este componente del incienso inhibe la inflamación y previene los déficits cognitivos después de una isquemia. Por tanto, además de su acción antidepresiva y ansiolítica, esta sustancia también tiene un efecto protector contra el daño neurológico.

Sin embargo, antes de quemar incienso como terapia debes tener presente que algunos estudios indican que otros componentes del humo del incienso podrían provocar mutaciones en el material genético, por lo que se recomienda que cuando quememos incienso, mantengamos siempre al menos un grado mínimo de ventilación.


Psicologia/Jennifer Delgado

http://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Zhou, R. Et al. (2015) Higher cytotoxicity and genotoxicity of burning incense than cigarette. Environ Chem Lett 13: 465.
Moussaieff, A. et. Al. (2012) Protective effects of incensole acetate on cerebral ischemic injury. Brain Research; 1443: 89-97.
Moussaieff, A. et. Al. (2008) Incensole acetate, an incense component, elicits psychoactivity by activating TRPV3 channels in the brain. The FASEB Journal; 22(8): 3024-3034.

viernes, 14 de abril de 2017

¿Sabías que tienes un sistema inmunitario psicológico?



El sistema inmunitario nos protege contra toda clase de agentes infecciosos que abundan en el medio. De hecho, es imposible controlar nuestra exposición a virus, bacterias y demás agentes patógenos, pero si tenemos un sistema inmunitario fuerte y sano, nuestras probabilidades de enfermar se reducen.

No obstante, psicólogos como Dan Gilbert, de la Universidad de Harvard, creen que también tenemos un sistema inmunitario psicológico. Y las personas que lo fortalecen pueden lidiar mejor con las adversidades y los problemas, sin que estos sumen demasiada ansiedad, depresión o desesperanza.

Según esta teoría, de la misma manera que existen personas que prácticamente son inmunes a los virus y casi nunca se enferman, también hay quienes pueden enfrentar las peores tragedias con mayor entereza de ánimo mientras otros se desmoronan, entristecen o estresan ante los problemas más nimios.

Sin embargo, lo cierto es que todos tenemos un sistema inmunitario psicológico. Los estudios indican que aproximadamente el 75% de las personas logran encontrar un nuevo equilibrio que les permite ser felices al cabo de los dos años después de haber sufrido una gran tragedia.

El sistema inmunitario psicológico se encargaría de construir una red de seguridad que nos proteja de los efectos del estrés crónico y nos dé fuerzas para soportar los eventos más terribles. Mientras que el sistema inmunitario biológico nos mantiene vivos para protegernos de las enfermedades, el sistema inmunitario psicológico amortigua el impacto de los golpes emocionales y nos permite seguir adelante.

Sobrevalorarse como estrategia para proteger la autoestima


El sistema inmunitario psicológico activa diferentes estrategias para protegernos, una de ellas consiste en evitar que nos odiemos por nuestros fracasos. Esa es la razón por la cual tenemos la tendencia a atribuir los problemas a factores externos, como el gobierno, un subalterno incompetente o simplemente la mala suerte. 

De esta forma preservamos nuestra autoestima y no nos sentimos tan deprimidos, frustrados o desesperanzados. De hecho, un estudio llevado a cabo en la Virginia Commonwealth Universityreveló que las personas con tendencia a la depresión en realidad tienen una perspectiva más objetiva del mundo y suelen ser más lógicas y reflexivas. Al contrario, quienes mantienen una actitud más optimista es porque ponen en práctica determinados sesgos que les ayudan a lidiar mejor con su realidad.

Por eso, no es extraño que cuando nos comparamos con los demás pensamos que somos más inteligentes, que tenemos menos prejuicios, que somos más éticos y que viviremos más años.

No se trata de algo negativo. De hecho, psicólogos de la Universidad de California afirman que los estados mentales de autoafirmación positiva, incluso las ilusiones positivas, contribuyen a disminuir nuestro nivel de estrés. Estos investigadores apreciaron que las enfermedades incurables avanzaban con mayor lentitud en las personas que albergaban ilusiones optimistas, aunque fueran poco realistas, ya que estas tienen un efecto protector. 

Desde el punto de vista biológico, esto se debe, en parte, a la acción del eje hipotalámico-pituitario-adrenal, que regula desde la digestión y la temperatura corporal hasta el humor, la energía física y el sistema inmunitario biológico. Este eje también modula nuestra respuesta ante el estrés, por lo que se ha apreciado que las personas con una percepción positiva tienen un eje hipotalámico-pituitario-adrenal más saludable que quienes tienen una percepción más negativa de la vida y de sí mismos.

Solo es necesario asegurarse de que no perdemos demasiado el contacto con la realidad y que esas ilusiones no son tan irreales que terminen haciéndonos daño.

Nuestra mente piensa en positivo automáticamente


Varios estudios sugieren que las personas tienen un temor infundado a los eventos negativos. Solemos imaginar las peores consecuencias y suponemos que reaccionaremos muy mal aunque en realidad cuando nos enfrentamos a esos problemas solemos responder mejor de lo que pensábamos. Esto se debe a que normalmente subestimamos nuestra resiliencia. Por consiguiente, ni los eventos positivos ni los negativos cambian tanto nuestra vida como pensábamos.

De hecho, cuando se trata de lidiar con la adversidad, es mejor dejar que nuestro inconsciente tome las riendas. Un estudio llevado a cabo en la Universidad Estatal de Florida reveló que cuando irrumpen en nuestra mente pensamientos sobre la muerte, ya sea la propia o la de personas que queremos, nuestro cerebro no se queda paralizado en la negatividad o el miedo durante mucho tiempo sino que intenta moverse hacia pensamientos más positivos.

En el experimento, los psicólogos prepararon a más de 100 personas para que pensaran en su propia muerte. A otro grupo le pidieron que imaginaran un evento desagradable, como ir al dentista. Luego les presentaron algunas raíces de palabras que debían completar, como “go”, a partir de la cual podían escribir términos como “gobierno” o “gozo”. Así los investigadores evaluaban su estado emocional inconsciente. 

Descubrieron que quienes habían pensado en la muerte solían elegir palabras más positivas, como “gozo”. Este mecanismo que ocurre a nivel inconsciente es el sistema inmunitario psicológico en acción, intentando mitigar los efectos del dolor y el sufrimiento, llevándonos a ver la parte positiva de la vida, incluso cuando estamos ante los eventos más desoladores.

¿Cómo fortalecer el sistema inmunitario psicológico?


El sistema inmunitario psicológico está compuesto por dos elementos esenciales: el componente resiliencia, que significa enfrentar la adversidad sin desmoronarse y salir fortalecido, y el componente de eudaimonía, que señala que la felicidad sostenible no proviene del placer sino del significado de la vida. Por tanto, para fortalecer tu sistema inmunitario psicológico debes:

- Encontrar el sentido de la vida. Las personas que tienen un por qué, son capaces de encontrar el cómo incluso en las condiciones más difíciles. Si tienes un buen motivo para vivir, la adversidad te  golpeará pero saldrás más fuerte.

- Aprender a centrarse en lo positivo. Las personas resilientes son aquellas que, incluso en la adversidad, no se derrumban y son capaces de encontrar lo positivo en los problemas. Cada situación, por mala que parezca, encierra un aprendizaje, que se convierte a la vez en una oportunidad para crecer.
- Practicar el desapego. Se trata de comprender la vida como el curso de un río, en el que todo llega y todo se va. De esta forma logras aceptar tanto las cosas buenas como las malas, sabiendo que no son eternas y que, antes o después, el dolor y el sufrimiento desaparecerán.

- Dominar la atención. David Kessler, especializado en la muerte y el sufrimiento, cree que la mayoría de las enfermedades mentales están causadas por algo que capta de manera obsesiva nuestra atención. Por tanto, si somos capaces de dominar nuestra atención, desarrollaremos un sistema inmunitario más eficaz. De hecho, el gran maestro indio Shantideva afirmaba: una persona distraída vive continuamente en las fauces de las aflicciones mentales”. 

Psicologia/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
DeWall. N. & Baumeister, R. (2007) From Terror to Joy Automatic Tuning to Positive Affective Information Following Mortality Salience. Psychological Science; 18(11): 984-990.
Andrews, P. W. et. Al. (2007) The functional design of depression’s influence on attention: A preliminary test of alternative control-process mechanisms. Evolutionary Psychology; 5(3): 584-604.
Taylor, S. E. et. Al. (2000) Psychological resources, Positive Illusions, and Health. The American Psychological; 55(1): 99-109.