lunes, 19 de junio de 2017

Culpabilidad y Preocupación – Dos emociones inútiles


Dos de nuestros pasatiempos preferidos son culparnos por cosas que hemos hecho y preocuparnos por cosas que van a suceder o podríamos hacer. Estas dos emociones inútiles no nos dejan disfrutar del día a día y son responsables de nuestro insomnio. La culpabilidad consigue despilfarrar tus momentos presentes inmovilizándote y angustiándote por un comportamiento pasado. Mientras que la preocupación es el mecanismo que te inmoviliza y angustia ahora por algo que está en el futuro y que a menudo es algo sobre lo que no tienes ningún control.
Aunque una respuesta está dirigida al futuro y la otra al pasado, ambas sirven el mismo propósito inútil de mantenerte inquieto o inmóvil en tu momento presente.

Me siento culpable

Una de las emociones más destructivas es casi siempre ocasionada por algo que ha ocurrido en el pasado y, los conflictos internos que resultan a raíz de este evento, no se resuelven. Estos sentimientos acarrean desequilibrios mentales muy negativos que se conocen como sentimientos de culpabilidad.
Somos muchos los que hemos sido sometidos a una verdadera conspiración de culpabilidad en nuestras vidas; una conspiración no premeditada pero muy eficiente destinada a convertirnos en verdaderas máquinas culpables. La máquina funciona de la siguiente manera. Alguien emite un mensaje destinado a recordarte que has sido una mala persona por algo que dijiste o no dijiste, sentiste o no sentiste, hiciste o no hiciste. Tú respondes sintiéndote mal e incómodo en tu momento presente. Tú eres la máquina de culpabilidad. Un aparato que respira, habla, camina y reacciona con cargas de culpabilidad cada vez que le echan el combustible apropiado. Y debes estar bien aceitado si has estado totalmente inmerso en nuestra cultura productora de culpas.
No hay culpabilidad por grande que sea que pueda resolver un solo problema.

La culpabilidad

No es sólo una preocupación por el pasado; es la inmovilización del momento presente en aras de un suceso del pasado. ►Si simplemente estás aprendiendo lecciones de tu pasado, y prometiéndote evitar la repetición de algún comportamiento específico, eso no se llama culpa. ►De hecho, si te sientes culpable por algo que has hecho es más probable que repitas esa misma conducta en un futuro.

¿Qué ocasionan los sentimientos de culpabilidad?

Los sentimientos de culpabilidad generalmente ocurren por accidentes involuntarios en los cuales la persona participó directamente. Todos sabemos que no es lo mismo romper un vaso accidentalmente que lanzarlo al suelo a propósito. El sentimiento de culpa también se da por actos voluntarios como por ejemplo, palabras groseras que se pronunciaron en el pasado contra alguien a quien ya no podemos pedir perdón. Incluso existen actos que involucran a más de una persona como por ejemplo, la infidelidad.
El sentimiento de culpa por haber sido infiel a la pareja lo sufre tanto el que fue infiel como el que fue víctima de la infidelidad. La víctima se siente culpable de no haber podido satisfacer a su pareja para que fuera feliz en la relación. Y por otro lado, el infiel se siente culpable por el daño ocasionado y por cómo afecta a su vida misma.

Dos tipos de culpabilidad

La culpa se adueña de nuestro sistema emotivo a través de dos formas. La primera es la culpabilidad aprendida en la niñez y perdura hasta la personalidad adulta. La segunda es la culpabilidad que ha sido autoimpuesta por un adulto después de infringir un código moral o una norma.

¿Por qué elegimos sentirnos culpables?

A pesar de que es un comportamiento estúpido e inútil, seguimos sintiéndonos culpables y desperdiciando nuestro presente. ¿Por qué?:
  • Si ocupas el momento actual en pensar en cosas que hiciste en el pasado no tendrás que emplear el presente en hacer otras tareas más eficientes y provechosas.
  • Sentirse culpable es una manera de que los demás sientan compasión por ti en vez de quererte, que puede ser algo más difícil.
  • Puedes ganarte la aprobación de la gente sintiendo culpa por un comportamiento. Si has hecho algo que transgreda las normas establecidas pero te sientes culpable, estás demostrando que sabes muy bien cómo debes comportarte y que estás haciendo lo posible por adaptarte.
  • Cambiar y crecer personalmente es arriesgado y difícil. Cuando nos sentimos culpables podemos evitar cambiar para no esforzarnos ni apostar por nosotros mismos.
  • Existe la tendencia a creer que si te sientes lo suficientemente culpable, a la larga quedarás perdonado por tu mal comportamiento.
  • La culpabilidad nos hace sentirnos seguros, como cuando éramos niños y otros tomaban las decisiones en tu nombre y se ocupaban de ti. En vez de hacerte cargo de ti mismo en el presente, confías en los valores de los otros en tu pasado. ►Y una vez más la retribución radica en sentirse protegido del peligro de hacerte cargo de tu propia vida.

La culpa es una estrategia útil para manipular a los demás

La culpa es una herramienta que cumple una función, manipular a los demás. Es muy útil, por ejemplo, para conseguir que la pareja se adapte a las demandas y normas del otro. “Si tuvieras algo de sentido de responsabilidad, me hubieras llamado.” O “Ésta es la tercera vez que he tenido que vaciar la basura, me imagino que simplemente te niegas a hacer tu parte.”
¿La meta? Lograr que uno haga lo que quiere el otro. ¿El método? La culpabilidad.
La otra cara de la moneda: la preocupación
La preocupación, desde el punto de vista diagnóstico, es igual que la culpa pero enfocada al futuro.
Sentir culpa y preocupación es algo que se puede controlar. ¿Eliges sentirte culpable y preocupado o disfrutar del presente? Aunque estas dos emociones te asalten con relativa frecuencia, intenta que no interfieran con tu descanso ni ocupen mucho tiempo de tu presente.
“No es la experiencia del día de hoy lo que vuelve locos a los hombres. Es el remordimiento por algo que sucedió ayer, y el miedo a lo que nos pueda traer el mañana”.
Robert Jones Burdette.
https://www.infomistico.com

domingo, 18 de junio de 2017

EL HOLOGRAMA ESPEJO


Cada hecho, cada persona es un Holograma Espejo de lo que estamos creando. Nos vuelve a referir a nosotros mismos, de modo que podamos corregir el camino.

Si nos miramos en el espejo con gesto adusto, no podemos pedirle al espejo que sonría. Si el espejo no sonríe, es porque nosotros no estamos honrándonos, en presencia de esa persona o situación.

Nuevas investigaciones científicas ven al Universo como un gran ordenador, funcionando con las mismas leyes que nuestras computadoras.

Así, quien tenemos enfrente, a pesar de su apariencia de solidez, sería un holograma que puede variar permanentemente, saltar de una realidad a otra, según el programa que estamos utilizando para percibirlo, y por lo tanto, para crearlo!

Por ejemplo, puede que, en una relación te encuentres con que el otro falta a la verdad, o habla de una forma, pero se comporta en otra. 

Entonces examinas tus programas en relación a la verdad y la mentira. Descubres tus heridas, tus automatismos, memorias, y los desprogramas, los eliminas en cuanto a su poder de estar como guión principal desplegándose en el primer plano de esta película de la vida.

Cuando desprogramas, realizas un cambio en tu percepción del otro, de la situación y de ti mismo. Al final de una sesión, estás en completo Silencio. Tu Ser Interno puede entonces, “bajar” nueva energía e información, basada en el Amor que eres, en relación al tema.

Con el cambio en tu percepción, el holograma que llamas “el otro”, “ahí fuera”, se modifica. O bien, si el otro, por su camino y elección, insiste en una conducta que no quieres para ti, se va a retirar de tu vida. Y vendrá otra persona que vibre en coherencia con tu nueva percepción.

Cuando tú liberas tu percepción, por la Ley de Unidad, lo haces para todo tu Universo.

Alana Messineo
https://elportaldealana.com

sábado, 17 de junio de 2017

Agobios en el camino e instrucciones para el inconsciente

Es posible que, en algún momento, sintamos que no estamos haciendo bastante para poder alcanzar todos los objetivos de crecimiento personal que parece que tenemos que conseguir si queremos dar grandes saltos y pasos hacia adelante en nuestra vida. Hemos leído tantas cosas sobre tantos posibles beneficios, potenciales y recompensas de lo que tenemos por delante cuando consigamos llegar a otros niveles de la realidad, a esa “matrix 15,6Hz”, que ahora mismo creamos más formas energéticas de agobio por el “no puedo hacerlo”, “no llego a todo”, que formas positivas de “tranquilo, estoy en el camino, y todo llegará en su debido momento”.
No hay nada que reprocharnos en este aspecto, el inconsciente colectivo se nutre de las proyecciones de todos nosotros, y de ahí nace la realidad consensuada en la que vivimos, teniendo en cuenta que, además, contiene las formas mentales provenientes de las manipulaciones que nos insertan aquellos en el poder, para que pensemos en ciertas direcciones o tengamos ciertas ideas sobre ciertos temas. Puesto que, de momento, no tenemos más remedio que seguir conectados a este inconsciente colectivo, hasta que no lo limpiemos entre todos con nuestras propias proyecciones a partir de la autoconsciencia y de la responsabilidad por lo que emitimos, los egregores de este “agobio colectivo” que flota sobre nosotros presionan con fuerza a nuestro inconsciente, terminando, en algunos casos, de desconectarnos por completo de los esfuerzos por ir recuperando nuestro poder, potencial y libertad, y terminando por generar, muchas veces, sin que uno mismo se dé cuenta, sensaciones de pesadez y apatía sobre las acciones que cada uno debe tomar para seguir con sus octavas y procesos en curso.
Y es que cuando algo que, a priori, está orientado a un crecimiento con un sustrato de alegría y bienestar se convierte en una carga con sustrato de agobio, hay que frenar y reorientar las cosas. Todos queremos vivir mejor, estar mejor, sentirnos mejor, aprender, crecer, disfrutar de la vida y aprender con ella. Si esto se convierte en un lastre, porque uno está saturado de técnicas, recetas, informaciones y contradicciones de todo tipo sobre cómo estar mejor, cómo vivir mejor, y cómo evolucionar, la psique se colapsa, al menos en ciertos aspectos, y el proceso alquímico interior se ralentiza, pues las energías que lo nutren a veces son fuerzas contrapuestas.
Dicho esto, la idea es simplemente “no agobiarse”, todos llegamos a donde tenemos que llegar en el momento en el que nos toca llegar, y los conceptos de tiempo, para los procesos que rigen esos pasos hacia la transformación de cada uno, no son determinantes para nada. Hasta los procesos macro-evolutivos a nivel del planeta, que están siendo monitorizados, apoyados y ayudados por razas, grupos y fuerzas exo-planetarias para que no frenemos nuestro avance como especie, se rigen y se ajustan a los pasos que nosotros, como humanos, desde dentro, vamos dando para conseguir los cambios que necesitamos.
Repasando la creación del yo observador
Cambiamos de tercio para seguir explicando cosas sobre el funcionamiento de la psique, que nos ayude a comprendernos mejor en todos los aspectos. Ya hemos explicado cómo se crea el “yo observador”, esa sub-faceta de nuestra personalidad que hace de puente entre la mente consciente y el ser o Yo Superior. No es que ningún otro “yo” no pueda hacerlo, todos los sub-caracteres que tenemos tienen esa posibilidad, pero no les toca, o mejor dicho, no tienen la constitución energética para ello. Si pones en control de tu personalidad a tu “yo analítico”, a tu “yo celoso”, a tu “yo valiente” o a tu “yo triste”, esos rasgos de tu personalidad aflorarán y tendrán el control del conjunto de lo que muestras al mundo, pero serán dependientes de las emociones y formas mentales a las que están asociados, por lo que no estarán, por constitución, “hechos” para hacer de interlocutores con nuestro ser o Yo Superior con la misma facilidad que un “yo” que ha sido creado, por nuestra voluntad de auto-observarnos y mirar hacia dentro, con las características de comunicar diferentes partes de nosotros mismos.
Un logro enorme
Supongamos entonces que el “yo observador” ya está en construcción, ya existe, y poco a poco somos capaces de darle el control de nuestra personalidad, todo el tiempo, lo cual equivale a que todo el tiempo somos lo suficiente conscientes de lo que sentimos, pensamos, y se mueve en nuestro interior. Esto ya es un paso enorme, y si no fuéramos más allá de este logro habríamos conseguido lo que una gran parte de la humanidad no conseguirá jamás, salir del control de los automatismos que nos rigen y ser conscientes de los mismos. Pero no es suficiente si uno toma en cuenta el contexto en el que nos movemos ahora mismo, que no es otro que el de un cambio de realidad para la masa de la humanidad, ya que lo que valía como meta evolutiva hace cinco siglos, ahora no es sino un pequeño escalón de los muchos que hay por delante.
Controlar la consciencia en su totalidad
Una vez este escalón se ha superado y afianzado, llega el siguiente paso, que es darle progresivamente al Yo Superior el control de la consciencia artificial (que es la que se forma en la superficie de la esfera de consciencia y contiene a todos nuestros “yos”), y a través de ella, luego al programa ego, para que el piloto automático del vehículo físico que usamos vaya dejando de responder a sus propias rutinas y parámetros “cargados de fábrica”, y responda a las órdenes conscientes del verdadero “conductor”, el ser que somos todos y cada uno de nosotros.
Hacer que este conductor “real” tome el volante y el asiento de piloto de forma permanente, es algo que, posiblemente no sucederá hasta bien avanzado el camino evolutivo de cada uno, pues todavía la parte que media entre las rutinas egoicas y el Yo Superior, la consciencia artificial dirigida por el yo observador, ha de hacer mucho trabajo de gestión y preparación para que otro nivel de consciencia muchísimo más elevada pueda tomar el 100% del control.
Esto quiere decir que no se trata de perder “la personalidad” que tenemos, o no se trata de que desaparezca la consciencia “humana” para dejarnos imbuir y dirigir por nuestra consciencia “elevada”, sino de trabajar para unir ambas paulatinamente, y que la consciencia “humana” se vea orientada, dirigida y apoyada por la consciencia de nuestro ser, con el ego bajo su mando y sin automatismos activados descontroladamente. Aunque ahora esto que estamos diciendo se vaya a quedar solo como una explicación teórica, será experimentado por todos en algún momento, y entonces se entenderá, pues es necesario haber realizado y materializado los pasos anteriores para poder sentir como un “hecho” esto que ahora estamos simplemente leyendo.
El objetivo, por lo tanto, es avanzar a nuestra psique los siguientes escalones que vendrán, pues precisamente solo imbuyendo en el inconsciente de todos nosotros esta información, tendremos una pequeña brújula que marque por dónde van a ir los procesos y cambios interiores que se van a ir dando. Pudiera parecer una forma un tanto extraña de trabajar y de ayudar, pero puesto que muchas de las cosas que rigen las octavas de los caminos particulares de cada uno están programadas en nuestra mente inconsciente, es a ésta a la que tenemos que hacerle llegar parte de la información que necesita para saber qué procesos tiene que gestionar, y hacia dónde debe ir  en los pasos de transformación interior que se va a ir encontrando en el camino y que a todos, sin excepción, nos esperan por delante.

http://davidtopi.com

viernes, 16 de junio de 2017

Muestra siempre lo mejor de ti


En la calle, en las tiendas, en el metro o en las estaciones, no vemos más que semblantes apagados, herméticos, inexpresivos. ¿Es normal que los humanos manifiesten tan poca alegría al verse, y que se mortifiquen unos a otros con un espectáculo tan prosaico? ¿Por qué no se muestran más cálidos, más expresivos, más sonrientes, más vivos? y aún sin tener motivos para estar tristes o desdichados, solamente viéndoles, recibimos esas influencias y entonces llegamos al trabajo, o regresamos a casa, de mal humor, deprimidos, y transmitimos este estado a nuestros compañeros o a nuestra familia. Esta es la vida deplorable que continuamente los humanos se están creando entre sí.
¿Creéis que no es importante mostrar a todos aquellos con los que os relacionáis un rostro abierto, amigable, fraternal?
Esto es la verdadera poesía. Para ser verdaderamente poeta, no basta con escribir versos. El verdadero poeta es aquél que crea la poesía en su propia vida, esforzándose en introducir en ella la pureza, la luz, el amor, la alegría. Algunos dirán: “Pero, ¿cómo se puede sonreír, como se puede estar contento, si se piensa en todas las tragedias que agobian a la humanidad? ¡Y todas las desgracias que se encuentran en la calle!…”
¡Ah! ¿Creéis que se sentirán mejor si os ven con la cara larga?
Es evidente que hay que hacer algo para ayudar a los desgraciados. Pero si vosotros, que no sufrís privaciones, ni enfermedades, ni persecuciones, os paseáis con un semblante lamentable, ¿qué esperáis obtener de ello? Para ayudar a los demás, hay que empezar por presentarles, por lo menos, un rostro abierto, sonriente. Gracias a la poesía, amamos a los seres y buscamos en ellos algo sutil, luminoso porque necesitamos mirar, sentir, respirar algo que nos apacigüe, que nos armonice, que nos inspire, ¿por qué los humanos nunca se preocupan de la penosa impresión que producen en los demás? Siguen ahí, apagados, gruñones, con los labios apretados, las cejas fruncidas, y aunque intentan mejorar su apariencia exterior con toda clase de trucos, su vida interior, prosaica, corriente, no deja de transparentarse.
El mayor secreto, el método más eficaz, es el amor, el amor que armoniza, que ilumina vuestro rostro y todo vuestro ser interior. Al salir, por la mañana, de vuestra casa, pensad en saludar a todas las criaturas del mundo visible e invisible. Y ya veréis como después, a lo largo del día, os sentiréis vivir en la poesía porque habréis enviado vuestro amor, y desde todas las regiones del espacio el amor retornará a vosotros multiplicado.
¡Cuántas cosas se pueden hacer para aportar a la vida belleza y poesía! No hay que dejarse acaparar por las preocupaciones y los asuntos materiales, sino reservar un poco de tiempo para consagrar las energías a todas esas actividades que darán sentido a vuestra existencia. Los humanos aún no lo han comprendido; hablan de amor, quieren ser amados, pero permanecen cerrados, apagados… ¡prosaicos, en una palabra! No saben cómo vivir esta vida poética gracias a la cual les amarán.
Si fueran más inteligentes, comprenderían hasta qué punto esta actitud es deplorable para ellos y para los demás.
Procurad ser cada día más vivos. Ahí está vuestra salvación y la de los demás. Y volverse más vivo, significa dar vuestra luz y vuestro calor. Este es, en efecto el ejercicio que debéis hacer para salir un poco de vosotros mismos, de este estado de estancamiento tan prosaico: aprended a mantener conscientemente en vosotros mismos un estado de poesía.
¡Es tan agradable encontrar a alguien en quien sentir que todo está animado, iluminado! Se ama a un árbol porque tiene frutos, se ama a una fuente porque de ella brota el agua cantarina, se ama a las flores porque tienen colores y perfumes y, de igual modo, se ama a las criaturas que se abren para dar algo claro, luminoso, perfumado y melodioso.
Aprended pues a cultivar en vosotros este estado de irradiación, de esplendor. Acostumbraos a sonreír, a mirar con amor, a desprender de vuestro corazón algunas partículas vivas para enviarlas a los demás… ¡y seréis vosotros quienes os sentiréis los más felices!

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Gabriel Vallejo para Ciencia Cósmica

jueves, 15 de junio de 2017

Me declaro responsable y protagonista de mi propia vida


Me declaro protagonista de mi propia vida, no de la que me imponen los demás. Me declaro responsable de lo que hago y lo que digo, no de lo que entiendan otros. Me defino por mis valores, me amo entera, sin fisuras, con cada rincón imperfecto, con cada locura disfrutada, con cada error cometido y cada sombra que abrazar de vez en cuando para sanar mis cicatrices…
La auto-aceptación es esa tarea compleja y laberíntica que muchos apuntamos con tinta invisible en nuestra lista de tareas pendientes, como quien escribe sus buenos propósitos al empezar el año. Así, y casi sin darnos cuenta, llega un día en que al mirarnos al espejo sentimos un súbito e inexplicable pinchazo. ¿De verdad somos esa persona que refleja el cristal? ¿Cómo pueden los espejos mostrarnos una imagen tan nítida, impoluta y perfecta de nosotros mismos cuando nos sentimos tan “rotos”?
“El precio de la grandeza es la responsabilidad”
                                                                     Winston Churchill
Algo particularmente curioso que suele darse en las personas que no han trabajado su auto-aceptación o la integración de todas esas dimensiones personales y afectivas que lo definen a uno, es que suelen responsabilizar a los demás de su infelicidad, de su malestar. Lo hacen de forma automática sumidos muchas veces en una actitud tristemente derrotista.
Por ejemplo: si no encuentro una buena pareja es porque a día de hoy nadie cree en el compromiso. Si suspendo el examen es porque no le gusto al profesor. Si no tengo buenos amigos es porque todas las personas son falsas y desagradecidas. Si me he equivocado en esto es porque alguien me orientó mal. Si soy inseguro se debe a cosa de familia, porque en casa todos somos iguales…
Este tipo de actitud es como la de quien enciende un ventilador y empieza a difundir el origen de sus frustraciones a todos los que están a su alrededor. Por tanto, pocos ejercicios pueden ser más saludables, catárticos y terapéuticos como dar el paso, como declararnos protagonistas de nuestras vida, responsables de lo que somos y lo que hacemos.

Asumir la responsabilidad personal para alcanzar la felicidad

Declararse a uno mismo responsable exclusivo de lo que se es, lo que se hace y lo que se piensa marca sin duda un antes y un después. La responsabilidad personal significa por encima de todo, no culpar a otros de la propia infelicidad. Significa también poder descubrir distintas formas con las que alcanzar el equilibrio y el propio bienestar a pesar las dinámicas negativas que nos envuelvan.
Llegados a este punto, es muy probable que más de uno se pregunte aquello de ¿Quiere esto decir que se puede ser feliz sin importar las circunstancias que nos rodeen? ¿Qué pasa si ahora mismo estoy atravesando una enfermedad? ¿Qué pasa si mi relación afectiva es tormentosa e inestable?
Bien, la respuesta a estas preguntas es en sí misma sencilla: ser responsable de uno mismo es entender que hay cosas que, efectivamente, escapan a nuestro control, como es el caso de una determinada dolencia física. En este caso, además de saber aceptarlo, lo que marca la diferencia es nuestra ACTITUD. 
Por otro lado, la persona responsable y que se percibe a sí misma como protagonista de su propia vida y no como un actor de reparto en el teatro de su existencia, entiende que para ser feliz hay que tomar decisiones. Por tanto, todo aquello que enturbie, todo lo que apague autoestimas, cercene identidades o nos regale un sucedáneo de amor, es mejor dejarlo y recordar ese compromiso firmado en algún valiente momento con nosotros mismos, aquel que nos recordaba eso de “has venido a este mundo para ser feliz, no pierdas el tiempo en lo que quita la alegría”.

Aprende a ser responsable de ti mismo, declárate libre, siéntete único

William Ury es un conocido antropólogo que ha adquirido una notable fama por trabajar como mediador y como promotor del crecimiento personal, a través de libros como “El camino hacia el SÍ”. Para este autor, ser responsables de nosotros mismos radica en dos áreas básicas: la primera está en saber cuidar de nosotros mismos, siendo capaces de ver la relación entre nuestras acciones y consecuencias. La segunda, en ser capaces de respetar los compromisos que adquirimos con los demás.
“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”
                                                                                            José Saramago

El doctor Ury nos propone además, que para alcanzar este mágico equilibrio debemos poder darnos el “SÍ” a nosotros mismos. A validarnos como personas, a auto-percibirnos como seres capaces, personas hermosas y dignas de alcanzar aquello que se propongan. Para ello, nos invita a conseguirlo a través de los siguientes pasos.

Los 4 pasos de la responsabilidad personal

  • Ponte en tus zapatos. Es muy posible que a lo largo de nuestra vida nos hallamos focalizado solo en los demás, en satisfacer necesidades ajenas. Es momento de escucharnos, de sintonizar de forma auténtica con nuestras emociones y nuestros valores, clarificando con firmeza qué queremos y qué no queremos.

  • Firma un compromiso contigo mismo. Si no lo hemos hecho ya, es recomendable que lo ejecutemos lo antes posible, se trata ni más ni menos que de recordar cada día y a cada instante, que estamos obligados a atender nuestras necesidades independientemente de lo que los otros hagan o dejen de hacer.

  • Aprende a fluir. Ser responsable de uno mismo significa también aprender a confiar, tanto en nuestras propias capacidades como en el propio discurrir de la vida. Asumir que hay cosas que llegan y otras que se van es integrar esa economía emocional donde dejar de aferrarnos a imposibles, a hechos que no nos dejan crecer.

  •       Por último, también es interesante recordar que nuestro día a día no es un escenario de competición. No hay ninguna ley que nos diga que hay unos que siempre deban ganar y otros que irremediablemente, estén obligados a perder una y otra vez. Vivir es celebrar la vida, es dar y es recibir, es cohabitar en armonía siendo responsables de nosotros mismos, con nuestros aciertos y errores sin culpar de nuestras frustraciones a quien quede cerca.
Pongamos en práctica estos sencillos consejos y alcémonos como auténticos protagonistas de nuestra existencia.

Psicología/Valeria Sabater
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