sábado, 27 de enero de 2018

Asertividad


Existen tantos modos de comunicarnos como seres humanos. Hay algunos modos que tienden a ser pasivos, otros agresivos y lo que está entre esos dos extremos es a lo que se le llama asertividad.
Ser pasivo significa comunicar de modo muy débil mis sentimientos, mis opiniones y mis creencias. La persona que es pasiva espera que los demás adivinen lo que necesita y por el miedo al conflicto se queda callada aún cuando no esté de acuerdo con lo que está ocurriendo. Obviamente, va acumulando mucho resentimiento porque su modo de actuar propicia el abuso de los demás.
Ser agresivo significa expresar mis sentimientos, opiniones, deseos y creencias de modo impositivo, faltando el respeto al otro, utilizando violencia, imponiendo mis puntos de vista. Es ser rígido, es no tolerar desacuerdos, es criticar constantemente. 
Esta conducta puede lograr que los demás me obedezcan o se amedrenten con el precio de que se alejarán de mi. La persona agresiva terminará por quedarse muy sola.
Ser asertivo significa expresar mis deseos, opiniones, creencias y sentimientos de modo respetuoso. No es ganarle al otro: es triunfar en el respeto mutuo. Ser asertivo es tener la habilidad para transmitir y recibir los mensajes de manera honesta, oportuna y respetuosa.
El mensaje asertivo debe comenzar con un “yo me siento” y continuar con una descripción muy objetiva de la conducta del otro que no nos gusta. Por ejemplo: “yo me siento ignorada cuando tú contestas tu teléfono celular en medio de mi conversación”, o “yo me siento angustiada cuando no me avisas a qué hora vas a llegar”. La clave está en no calificar a la persona, en hacerme responsable de lo que yo siento y en ser clara y directa en mi comunicación.
                    ► No olvidemos que una relación es una conversación. 
Ser pasivo y ser agresivo es igual a levantar un muro entre tú y yo. Ser asertivo es abrir la posibilidad de comunicarnos.

Psicología/Rocío Arocha
https://rocioarocha.com

viernes, 26 de enero de 2018

¿Qué es el efecto nocebo?


Todos hemos oído hablar del famoso “efecto placebo”. Es posible, incluso, que lo hayamos experimentado muchas veces en nuestra vida. Existen infinidad de estudios que lo avalan, algo que no ocurre con su opuesto, el desconocido “efecto nocebo”. Este se da en circunstancias similares, pero las investigaciones publicadas son escasas, lo que confiere al término de cierto misticismo.
El “efecto placebo” ha sido durante años uno de los aliados de médicos e investigadores.Por un lado, resulta muy eficaz a la hora de hacer experimentos sin dañar a los sujetos; por otro, permite al especialista descartar dolencias graves de algunas de carácter mucho más leve.
No es extraño encontrar situaciones en los que los propios padres, ante un dolor expresado de forma exagerada por sus hijos, les den un caramelo diciéndoles que es un calmante. La mayoría de las veces suele funcionar (siempre y cuando no sea un caso de fuerza mayor), demostrándonos que la sugestión es más poderosa de lo que creemos.

¿En qué consiste el efecto nocebo?

Al igual que su antagonista, el efecto nocebo funciona debido a las falsas expectativas. La diferencia es que en este último son bastante negativas. El paciente cree que el fármaco le podrá acarrear efectos adversos, que la mayoría de las veces acaban manifestándose.

Estos efectos desaparecen en el momento en el que el sujeto descubre que está siendo falsamente informado. El increíble proceso neurológico que produce estas alteraciones se debe a la estimulación de los cortex prefrontal, orbifrontal y cingulado anterior. Lo mismo ocurre con la amígdala, la médula espinal, la sustancia gris periacueductal y el núcleo accumbens, que según estudios de resonancia magnética afectan a la percepción de la salud.
También hay que tener en cuenta la importancia del medio, de la actitud de la propia persona y de la forma de administración del nocebo. Por lo general, los estudios sobre este efecto no suelen estar exentos de polémica debido a su confrontación ética.
Recetar un tratamiento inerte a un paciente sin decir la verdad puede acarrear muchos problemas. La polémica se centra en la figura del médico, cuyo cometido es tratar de minimizar los síntomas, no empeorarlos y mucho menos, provocarlos.
               ► La felicidad radica, ante todo, en la salud.
                                                             George William Curtis


El precio del medicamento, factor determinante en el efecto nocebo

Según un estudio publicado recientemente en la revista Science, el precio del medicamento tiene una gran influencia en esta reacción inconsciente. Un grupo de investigadores repartieron entre una muestra de 49 sujetos unos frascos llenos de crema. A los participantes se les comunicó que se trataba de un ensayo para tratar la dermatitis atópica mediante dos sustancias que, en realidad, eran una.
Los frascos de color azul (asociados a un alto precio y calidad) contenían la misma crema que los frascos rojos (asociados a medicamentos más asequibles). A los voluntarios se les dijo que era probable que experimentaran una sensación de quemazón, debido a la hipersensibilidad de la piel. Debían ponérsela durante media hora, para luego someterse a un dispositivo que les generaría calor.
Pese a lo que pudiera parecer, los resultados fueron realmente esclarecedores. Las personas que habían recibido la crema del frasco azul decían sentir más dolor que los del otro grupo. Esto se debe a que los participantes asociaban la crema más cara con unos efectos más potentes. Un engaño psicológico que siguió repitiéndose una y otra vez, con mayor intensidad.
Por otra parte, los investigadores descubrieron que las zonas del cerebro que se activaron durante el estudio fueron las mismas que las del “efecto placebo”. La distinción principal radicaba en la sustancia gris, que lo hizo a través de poblaciones distintas de neuronas. De esta forma, se constató que aunque intervinieran las mismas áreas, los patrones de activación fueron muy diferentes.

El nocebo y la fibromialgia

Experimentos parecidos se han llevado a cabo con pacientes de fribomialgia. Tras descubrirse que aquellos que sufren esta patología son los más propensos a experimentar los efectos negativos de un fármaco, se decidió tratar a un grupo con nocebos. Estos, completamente inocuos, provocaron tal malestar a los enfermos que muchos de ellos tuvieron incluso que abandonar el tratamiento.  
El “efecto nocebo” nos hace replantearnos muchas dudas. Para empezar, por qué no existen más investigaciones al respecto; luego, si realmente sus efectos son tan espectaculares en todas las personas. Aunque no existen estudios sobre la personalidad que así lo refuercen, es cierto que la motivación de un individuo puede inferir en los resultados. 
Las personas que se obsesionan con los supuestos cambios producidos por el fármaco son más propensas a sentir dolor. 
► El cerebro, una vez más, es una potente arma que hay que saber manejar. 
La hipocondría surgida en algunos casos puede influir negativamente en la sintomatología de un enfermo.
Si podemos controlar cómo nos enfrentamos a aquello que tememos, será más difícil experimentar el “efecto nocebo”, también conocido como el hermano malvado del efecto placebo.


Ines Gómez
https://lamenteesmaravillosa.com

jueves, 25 de enero de 2018

El poder del efecto placebo


Los resultados de una investigación realizada por la Medical School's Osher Research Center y el Beth Israel Deaconess Medical Center indican que el efecto placebo existe tanto en las personas que son “engañadas” por los médicos y los familiares, como por aquellas que están conscientes de que se trata de una trampa.
Según la definición, el efecto placebo es la “capacidad” de curación que tiene un agente terapéutico o una medicina sin ningún tipo de efecto farmacológico. Esto quiere decir que es un fenómeno neurobiológico, que tiene la capacidad de estimular cualquier órgano del cuerpo, crear expectativas de cura y liberar sustancias con la habilidad de unirse a sus propios receptores y usarlos como analgésicos contra los dolores. Los opioides reducen la percepción del dolor y a la vez pueden incrementar la sensación de bienestar.
El efecto placebo se asocia al poder de sugestión que tiene la mente y el pensamiento.Si una persona (sea un doctor o no), nos dice que al tomar cierto remedio estaremos mejor, el cerebro lo relaciona de tal manera, que efectivamente, terminaremos encontrando mejorías en nuestro cuadro. Se basa entonces en el engaño, porque creemos que cierta receta o tratamiento funcionará sólo porque eso es lo que nos indican o leemos. Sin embargo, este estudio ahora comprueba que los placebos también pueden funcionar aún cuando la persona no está siendo engañada, según se publicó en la revista PloS ONE.
Los placebos se utilizan para ensayos clínicos y control de medicamentos. A pesar de no contener los ingredientes activos que se prescriben a los pacientes, suelen responder positivamente. Los datos son tan evidentes que muchos médicos en Estados Unidos han decidido directamente dan en secreto tabletas con placebos a sus pacientes que o bien son psicosomáticos o padecen de hipocondría, dos trastornos que relacionan las enfermedades con la mente.
Este engaño funciona, pero es éticamente cuestionable, ya que cada vez son más los profesionales que optan por esta técnica, indica un profesor en medicina, Ted Kaptchuk, que forma parte del grupo de investigación al respecto. El objetivo del estudio es analizar si el poder que tienen los placebos en las personas puede ser utilizado y aprovechado honesta y respetuosamente en los enfermos.
Para dicha investigación se agruparon a 80 adultos que padecían de síndrome de colon irritable, los cuales fueron divididos en dos equipos. El primero no recibió ningún tratamiento y el segundo obtuvo placebos. En realidad, les dijeron que se trataba de píldoras de azúcar y que debían tomarlas dos veces al día. Esto quiere decir que los participantes sabían muy bien que esas pastillas no contenían ingredientes activos ni estaban hechas con sustancias para curarles su dolencia. Además, los científicos dijeron que ni siquiera tenían que creer en el efecto placebo, sólo cumplir con la dosis diaria durante tres semanas consecutivas.
En ese período fueron monitorizados y al final del ensayo, los que habían tomado ese placebo mostraban mejorías de casi un 60%, frente al 35% de los que no tuvieron ningún “tratamiento”. A su vez, el equipo que tomó las píldoras de azúcar mostraba tasas de mejoría equivalentes al efecto de los medicamentos para tratar el síndrome de intestino irritable, aún los más potentes.
Uno de los investigadores, Anthony Lembo, dijo que al principio no tenía esperanza de que este ensayo funcionara y que se había sentido un poco avergonzado por decirle a los pacientes que no iban a ingerir fármacos y ni siquiera placebos. Sin embargo, para su sorpresa, el “experimento” parece haber funcionado en una gran cantidad de estas personas.
Este proyecto es sólo el puntapié inicial en relación a las investigaciones sobre los efectos placebo en los pacientes que estén bien informados al respecto. Sin dudas, esta hipótesis se debe confirmar con más estudios, pero por el momento, son algo más que prometedor para conocer un poco más el poder que el pensamiento positivo tiene en todos nosotros y la adaptabilidad del cerebro para emular agentes que traten diversas situaciones adversas.

Psicología/Yamila Papa
https://lamenteesmaravillosa.com